Extra.

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LA PROMESA.

Serían cerca de las cuatro de la mañana cuando Christopher se despertó, volteó a la derecha desenredándose del cuerpo de su esposa que dormía profundamente, un par de ojos mieles le miraron, lucían asustados y llorosos.

-Papi.- susurró la pequeña, el castaño salió de la cama y la levantó del suelo y caminó con su hija en brazos por toda la habitación tratando de ser silencioso.

-¿Qué pasó, princesa?-murmuró con cariño a la pequeña que era idéntica a él, a excepción por los pequeños hoyuelos que tenía cuando se reía.

-Tuve una pesadilla.-su hija hizo un puchero, Christopher la abrazó.

-Oh mi amor, tranquila, papi está aquí.- la meció poco a poco, la pequeña revoltosa volvió a dormirse. Volvió a la cama con su hija, se acostó, besó la frente de la niña y sonrió.

Su pequeña princesa tenía ya casi cuatro años, Amaia logró embarazarse dos años después de que se casaran debido a que cada vez que creían, habían logrado concebir una vida, el cuerpo de la rubia no podía soportarlo y terminaba en un aborto. Fue un embarazo tranquilo, bastante tranquilo en comparación de lo que creían los médicos, aunque el parto fue una tortura para Amaia, quien al final fue sometida a una cesárea de emergencia.

Su hija nació bastante saludable, Amelia era una bebé preciosa, era idéntica a su padre, todos los que la veían acordaban eso. Amaia aún se quejaba sobre le porque su hija no pudo parecerse a ella aunque sea un poco.

-Tiene tus hoyuelos-le dijo Chris hace un par de años mientras bañaba a su hija.

-¡Y por eso se parece a mí!-comentó su esposa, Christopher rio, era divertido ver a su mujer celosa.

-Tranquila, el próximo bebé será igual a ti.-anunció y le entregó a Amelia, Amaia la envolvió en una toalla amarilla.

-Tus genes son dominantes, es casi imposible que uno de mis hijos sea como yo.- dijo con fingida molestia, Amelia estiró los brazos en direcciona Christopher.

-Bueno, ¿Por qué crees que Amelia es bonita?-cogió a su hija, Amaia rodó los ojos.

-Porque es mi hija.- sonrió Amaia, Christopher le enseñó la lengua.

A las siete y media de la mañana, Amaia se despertó. Con dificultad se voltea pues su panza no le deja moverse con libertad. Su esposo e hija duermen profundamente con la boca y ojos entreabiertos, Amelia tiene el cabello castaño y la piel pálida, así mismo como los bonitos y risueños ojos mieles de su padre.

Se levanta y se coloca una camiseta de su esposo, es bastante ancha como para estar cómoda. Va a la cocina, pone a calentar el agua y la leche, hace panqueques. Lava la fruta y coloca una mano en su espalda, su segundo bebé está bastante inquieto y cada semana muere del susto creyendo que nacerá antes de tiempo.

-Mi amor, tranquila.- susurra y se acaricia el sitio donde fue la patada-¿Serás una buena bebé y dejarás a tu pobre madre trabajar hoy?-en una semana debe ir al ginecólogo para ver la sexo de su bebé, pero ella está casi segura que será una niña.

-Mami.- voltea y la pequeña castaña la mira frotándose un ojo, tiene las mejillas sonrosadas.- Papi ronca.- Amaia retiene una carcajada, camina y se agacha todo lo que su panza le permite, al final decide arrodillarse para quedar a la altura de su pequeña.

-Ay mi amor, papá es así. Ven, vamos a desayunar.- Se pone de pie apoyándose en el mesón luego de dejar un beso en la frente de Amelia.

Mientras desayunan, Amelia le dice a su madre que deberían ir a la playa.

Nos volverá a pasar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora