Era el recelo que me dabas por no decirte que me eras importante tan seguido como tus latidos lo necesitaban. Eras bastante linda en lo que callabas, especialmente porque cuando finalmente me lo decías—así de lleno y a la cara, me ponía a pensar en lo mucho que realmente me importabas. "No poco", eso pensaba.
Entendía que fueron pocos los años que tardaste en saber que iba a ser complicado, no era la era ni el tiempo, ni el lugar ni la hora. Me querías dulcemente y yo tristemente, pero de un modo u otro ambos sabíamos que de cierta manera, importábamos uno al otro—como amigos, al menos.
No tardaste tampoco en corregirme con tu mirada mis malos aspectos, pero era raro. Me tratabas como el sujeto al que corregirías la vida, me sentía como alguno de tus viejos amigos o viejos novios o viejos sujetos. En fin, me hacías sentir como nunca quise: Como algo que ya lleva demasiado tiempo; justo cuando yo apenas anhelaba conocerte.
Nunca te importaba mentirte a ti misma frente al espejo, o a mí para ser honestos. Eras como una alegoría de la vida lleno de significados ocultos. Cada vez que parpadeabas ponía atención, aunque tú nunca lo veías— en esencia, pocas veces veías que te veía, tratando de entenderte, de quererte.
Aunque creo que al final todo fue un sueño, desperté y no estabas dibujando en mi frente cosas obscenas ni mucho menos susurrándolas a mi oído, creo que no habíamos llegado aún a ello. Pero aun si me hubieras visto levantarme con miedo buscándote ya que temía que me habías abandonado (de nuevo), seguramente hubieras seguido disfrazándote con tus trenzas esas de moda o tus tacones altos, y nunca entendí por qué los tacones— te me hacías bastante inmensa. Todos te miraban con respeto y a los ojos; no era difícil que fueran todos, al fin y al cabo nadie era más pequeña que tú.
Ya lejanos al día de nuestra primera vez... De vernos directamente a los ojos, no realmente otra cosa (no hubo nunca realmente otra cosa). Lejanos a aquel día por fin pasó que tú pasabas y te saludaba y me saludabas y yo corría y te abrazaba y yo aceptaba y, y... y era feliz, digo— éramos felices. Tú, yo—la vida era bella. Tú eras bella.
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La carta
PoetryEra un escrito que volvía a un hombre alguien mortal. En sus ratos libres pensaba sobre cómo morir, sobre cómo dejar los recuerdos fluir a un pasado tan ajeno como lo eran sus amistades más viejas. Deseaba un mundo a lo utopía donde vivir no fuera t...