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Lo excéntrico era su especialidad y eso te encantaba

—Comandante —le llamó un soldado desde la puerta—, ya hemos terminado. ¿Necesita algo más?

Hange negó con la cabeza y siguió organizando el último estante del librero. Los soldados que la estaban ayudando con el traslado se habían ido, y el último de ellos, hizo el saludo militar, cerrando la puerta tras él. Dejándola sola, tal como ella quería.

Dos años después de la retoma de la Muralla María, Hange seguía luchando por adaptarse a su nuevo cargo, y durante ese tiempo cambio. Era consciente de que algo pasó con ella, que una parte de sí misma había muerto lentamente, dejándola con una sensación constante de vacío. A menudo, no podía evitar sentirse diferente, como una extraña en su propio cuerpo. Tenía años sin sentirse así, como cuando miró tu cuerpo desintegrarse por el fuego, junto a otros cadáveres que le impidieron reconocer tus restos en aquel frío amanecer.

En los últimos años había perdido a muchos camaradas y aunque trató de hacerse creer que todo estaría bien, de que encontrarían alguna solución a todo lo que pasaba más allá de la isla. Algo muy a dentro le decía que era imposible, que las posibilidades eran tan escasas y que ya no contaba tanto con su ingenio para solucionar problemas tan grandes como los que tenía más allá.

Si no era capaz de levantarse en las mañanas, mucho menos podía solucionar un problema entre naciones. Realmente Hange no quería ser tan negativa, ni mucho menos deseaba perder aquella sonrisa que tanto amabas y la que ella empezaba a odiar por sólo usarla para aparentar estar bien cuando en verdad, necesitaba desahogarse por los meses en los que contuvo el llanto por la pérdida de su equipo y de todos aquellos que pertenecía a su pasado.

Ella tendía a verse en el espejo y tratar de sonreír y lo único que lograba era una mueca temblorosa que le hacía suspirar de frustración. ¿Cuánto tiempo le tomó para perder su esencia? Ni siquiera lo notó, nadie lo hizo. Tal vez, aprendió a fingir tan bien que lograba auto-engañarse.

Sabía que había mejores cosas a los cuales atender, que su responsabilidad era más importante a lo que sucedía en su interior. Sabía que desde el momento en que aceptó ser la nueva comandante del Cuerpo de Exploración muchas cosas cambiarían, pero nunca llegó a pensar que perdería tanto en ese proceso. Pero ya sabes, uno nunca está preparado del todo y eso le hicieron saber los otros comandantes. Dot Pixis fue de gran ayuda desde el primer momento, las conversaciones con él siempre eran para Hange como un respiró de aire puro. Refrescante.

Debes en cuando Hange solía pedirte perdón, cuando pasaban días, semanas o hasta meses sin pensar en ti. Cuando no recordaba cómo era tu rostro, tu voz o hasta de aquellas líneas que se forman bajo tus ojos al sonreír. Se decía que era más sencillo sobrellevar tu perdida cuando te olvidaba, pero que no lamentaba el hecho de que cada año seguía amándote fielmente.

Sin quererlo pensó en ti y todo se descompuso. El recuerdo le vino a la mente cegándola de forma incontrolable, haciéndole temblar por revivir aquel suceso. Todo fue rápido. Tan rápido que ni el mismo Mike Zacharius logró detectarlo a tiempo con su súper olfato.

—No de nuevo... —le suplicó a su mente cuando cerró con fuerza su ojo, intentando borrar aquella imagen: la sangre salpicando su rostro y la tierra mojada por el rocío del alba.

Intento olvidar el cruel crujido de aquellos dientes sobre tu hombro derecho y aquel chillido que expulsaste al contener el dolor. Hange recordó la primera reacción que tuvo su cuerpo, era tan penetrante y tan estruendoso como el choque de un rayo en un pedazo de cristal.

No consiguió volver hablar hasta después de un rato e incluso entonces, sólo pudo decir tu nombre una y otra vez, era su forma de lamentarse por lo ocurrido.

A ғrαcтιoи || Hange Zoë x TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora