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Desde lo más profundo

Aunque Hange no tenía idea de cómo formar el rompecabezas, estaba segura de algo: no permitiría que la investigación terminara ahí. No cuando tenía tantas preguntas que necesitaban respuestas. Por lo que rendirse para ella, no era una opción.

Leyó todo, una y otra vez durante la noche y después de que amaneció. Y pese a que examinó el trozo del metal incontables veces, no encontró nada. Salvó restos de tierra, sudor y sangre de quien había portado la espada en esa ocasión. Y como suponía, no quedaba nada que pudiera extraer para una observación. Todo lo que el titán había dejado en su momento, se evaporó.

—Es hora de que descanse también —le pidió Moblit, al dejarle una taza de té en el escritorio.

Ella bostezó y estiró sus brazos hacia atrás, hasta que escuchó un leve tronido. Era una forma de relajarse tras pasar horas sin levantarse de su silla. Una costumbre que tomó desde que era pequeña, cuando pasaba largos intervalos de tiempo en el jardín, buscando insectos para examinar y de paso criar; claro, siempre y cuando sobrevivieran a sus exhaustivas investigaciones.

El recuerdo le llegó y no pudo evitar sonreír de lado. Ha pasado mucho desde aquellos días y un aire de melancolía se formó en su mirada. Deseaba tanto volver a esos tiempos, cuando todo era más sencillo; cuando a los nueve años la vida le resultaba más sencilla que ahora, a sus veintisiete años, con toda a las complejidades que enfrenta.

—Sé que podemos sacar algo de todo esto —balbuceó, más para sí misma al tomar la taza y leer de nuevo las anotaciones.

Dos horas antes del amanecer había mandado a su equipo a descansar. Ya habían ayudado bastante durante tres días seguidos, con pocas horas de sueño y comida. Y a pesar de que ella también contaba, sentía que no hizo lo suficiente. Por lo que se ordenó así misma permanecer más tiempo de lo que su cuerpo, en esta ocasión, le permitía.

—No se esfuerce tanto, por favor —pidió su subalterno desde el otro lado del escritorio. Viéndola pestañear y fruncir la frente en un intento pobre de mantenerse despierta.

—¿Sabes, Moblit? El otro día hable con (Nombre) y me dio una idea... —hizo una pausa y un brillo astuto en su mirada hizo que él ladeara la cabeza, esperando a que continuara hablando.

Por lo que Hange le contó todo con lujos y unos cuantos detalles, que el pobre hombre enrojecido por la vergüenza no quiso saber.

—Es mejor que se guarde eso para... —una mano veloz le tapó la boca y una parte de la cara, en un intentó brusco de callarlo y poder continuar hablando.

Sí. Hange sabía que era mejor dejar esos detalles que analizó de tu cuerpo, en su memoria y para otra ocasión personal. Pero así era ella. Sentía que si dejaba a fuera el más mínimo detalle, podría perder el pilar más importante para tener en pie una investigación. Y eso le enseñó el antiguo líder del Cuarto Escuadrón, o era lo que creyó recordar de las tantas lecciones que aprendió del hombre que apreciaba más que el padre que nunca conoció.

—Bien —dijo al terminar de explicar el plan que creó en base a tus palabras—. Ya no tengo fuerzas para seguir más tiempo sentada frente al escritorio. ¡Tranquilo, Moblit! Estoy bien. Solo levántame cuando esté listo el almuerzo. Y encárgate de lo otro.

Y con la última palabra perdió todo conocimiento. Dando su frente bruscamente con la madera del escritorio.

De camino al área de entrenamiento, observaste cómo llevaban a una Hange dormida hacia los dormitorios. Suspiraste con una evidente preocupación al darte cuenta de que habían pasado tres días, tal vez semanas o una eternidad desde la ultimas vez que la viste en el cuartel. A pesar de que comprendías el esfuerzo con el que su equipo y ella trabajaban en sus investigaciones, no podías evitar sentir desesperación al no poder ofrecerte como voluntaria para ayudar en todo lo que pudieras, pese a tus carentes conocimientos científicos.

A ғrαcтιoи || Hange Zoë x TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora