Si me vas a mentir...

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Cuatro años atrás...

Camino con la caja hacia la puerta abierta de la que será mi nueva casa y entro. Es un piso pequeño pero se amolda a nosotros perfectamente porque tiene una habitación para nuestra hija. Ian aparece en el salón y se apresura a quitarme a la caja.

— ¿Puedes dejar de coger peso, por favor? Te he dicho que yo subo las cajas.

— No puedo quedarme quieta mientras tú lo haces todo —refunfuño.

— Por Dios, estás embarazada, nada de hacer esfuerzos.

— No estoy inválida —pongo mis manos en mi cintura—. Además, esa caja tampoco pesa —la señalo.

— Siempre tan cabezona —murmura.

Ruedo los ojos y me siento en el sofá. Estoy de seis meses y sí, nos hemos mudado un poco tarde. Suspiro pesadamente y pongo mi mano en el vientre cuando siento sus patadas. Ian aparece de nuevo con otra caja y la pone en el suelo para cerrar la puerta de casa, es la última. Pasa una mano por su frente y se arrodilla a mi lado. Sus grandes manos se ponen en mi vientre y quito las mías.

— Hola, pequeña —le habla—. Mamá ha hecho mucho esfuerzo, ¿verdad?

Sonrío un poco y llevo su mano a la parte donde ella está pateando. Él me mira y sonrío.

— Lo haremos bien —dice.

— Eso espero —cierro los ojos—. Necesito cambiarme de ropa. Los pies me están matando.

Ian se aparta un poco y me quita los zapatos para dejarlos a un lado.

— Tienes los tobillos hinchados —masajea uno de ellos.

— Demasiado tiempo de pie.

— La barriga pesa más que tú.

Me río. — Seguramente.

— ¿Cómo te sientes teniendo algo en tu interior? ¿Un bebé?

— Es extraño.

— No puedo esperar a verla.

— Yo tampoco —sonrío y él se levanta para dejar un beso en mis labios.

En la actualidad...

Observo desde la toalla como Ian le pone bien la gorra a Anahí mientras el sol da sobre sus cabezas. Ambos están sentados en la arena intentando hacer un castillo de princesas en condiciones. Yo estoy bajo la sombrilla observándolos.

He apagado el móvil y he decido que presentaré mi renuncia en estos días. Estoy demasiadas horas fuera de casa.

Observo la sonrisa de Anahí mientras su padre la ayuda a que haya un río rodeando el castillo escarbando alrededor de él.

Me levanto de la sombrilla y dejo las gafas de sol en la toalla. Me acerco a ellos y me pongo de rodillas al lado de Anahí.

— ¿Te gusta el castillo, mamá?

— Es muy bonito.

— Papá me ha dicho que puedo ser la princesa.

— Lo eres —miro a Ian y veo que tengo toda su atención—. ¿Vamos al agua?

— ¡Sí! —Anahí se levanta de un salto.

Me levanto y ella va corriendo hacia el agua. Cojo la mano que Ian me ofrece y caminamos agarrados hasta el agua.

— ¡Para ahí! —Le grita Ian a Anahí—. ¿Te he dicho que estás muy sexy con ese bikini?

Lo miro sorprendida y una sonrisa tira de la comisura de mis labios. — Es nuevo.

— Lo sé —recibe a Anahí en sus brazos y camino a su lado mientras vamos más profundo.

Nuestra hija va agarrada a su cuello y empieza a reírse cuando Ian juega con ella o cuando empiezan a echarme agua.

— Quiero dejarme el pelo tan largo como tu amiga —dice Anahí tocando su pequeña coleta.

Miro a Ian y este frunce el ceño. — ¿Qué amiga?

— La que conocí en el parque —dice la niña poniendo sus manitas de nuevo alrededor de su cuello.

— Oh, sí. Ariana. Es mi nueva compañera de trabajo —me informa.

Asiento. — No sabía que tenías una nueva compañera de trabajo.

— No es algo que tenga mucha relevancia —se encoge de hombros.

— ¿Y tiene el pelo muy largo? —Pregunto.

— Le llega al culo —me dice ella.

— Se sentará encima de él —bromeo y ella se ríe.

Siento algo en mi pecho que no sé si debería sentir. Que me recuerde a esa chica solo hace que me ponga incómoda y no debería. Él está conmigo, con nosotras. Es normal que mire a otras chicas porque yo también miro a otros chicos.

Sin embargo, yo solo tengo ojos para él. ¿Ian también tiene solo ojos para mí?

Esperaba que sí.

Anahí lleva sus brazos hacia mí y la cojo. Su pequeño cuerpo se pega al mío e Ian desaparece debajo del agua.

Coge los pies de Anahí y ella grita haciendo que me ría.

Después de un rato en el agua. Nos salimos y nos sentamos en las toallas. Anahí está rodeada con su toalla sentada en la mía y yo estoy sentada con Ian viendo cómo los diminutos granos de arena de pegan a los dedos de mis pies.

Ian pasa sus dedos por mi espalda, acariciándome y lo miro. Sonrío un poco y él de acerca para dejar un pequeño beso en mis labios.

— Te quiero —dice.

— Y yo a ti.

Su móvil suena y él alarga su brazo para cogerlo. Miro hacia el mar y muerdo mi labio inferior porque quiero mirar, y cuando voy a hacerlo, él guarda su teléfono. Ni siquiera le ha dado tiempo a desbloquearlo.

— Tengo una...

— Reunión del trabajo y tenemos que irnos —termino su frase.

— Sí —suspira pesadamente—. Prometo recompensaros —se levanta y junto mis labios en una fina línea.

— Mi trabajo no es mucho peor que el tuyo —lo imito.

— Mi trabajo nos da un buen sueldo, nena. Venga, tenemos que irnos, princesa —le dice a Anahí.

Me pongo el vestido y visto a Anahí mientras Ian lo recoge todo.

Cuando llegamos a casa, él no tarda en vestirse y despedirse de nosotras con un beso. Mientras observo a Anahí jugar en la bañera, pienso. Pienso demasiado y le escribo un mensaje a la Aitana, la mujer de su compañero de trabajo preguntándole si sabe la hora a la que termina la reunión.

"¿Qué reunión?" Me había escrito "Diego está en casa, dice que no hay ninguna reunión"

— ¿Mamá? —Parpadeo un par de veces y levanto la vista de mi móvil— Quiero salir ya, los dedos se me están arrugando.

Trago saliva duramente poniéndome en lo peor.


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