CAPÍTULO 5

32 2 1
                                    

Ese beso, ese asqueroso y forzado beso despertó algo en mi que hasta el momento aún no había sentido nunca…
No había sido como los demás, no había sentido lo mismo que con el resto. Recuerdo perfectamente mi primer beso, aquel beso quizás un tanto precoz, a escondidas, en un parque cuando íbamos de excursión en sexto curso. Dicen que del primer beso puedes recordar casi todos los detalles del momento. Y es cierto, lo recordaba casi todo. A pesar de mis 12 años ya quería besarme con chicas. Recuerdo que fue en un banco, apartado de los demás niños, encima de ese blanco banco, con Maria. Una chica risueña, vestida con una camiseta de color púrpura, con su melena rubia encima de la cara, y esos labios un tanto cortados. Nuestros labios, tímidos, se fueron acercando hasta que se rozaron. Fue el beso más inocente que me habían dado. El más sincero hasta la fecha. Porque después de esa tarde, después de aquel beso robado por Jon, sabía que le había arrebatado el puesto. Aquel beso había despertado un universo interior aún un tanto borroso, un tanto oscuro. Un universo que había sido abierto a la fuerza, pero que era realmente necesario abrir. En mi cama, sin poder dormir, mientras seguía mirando el techo, pensando en aquel beso. Aquel beso que tanto había criticado. Aquel beso que a pesar de que me costase admitirlo creía que me había podido gustar. Pero no podía ser, no entendía porque me había gustado. Quizás porque en el fondo siempre intuí que Jon me quería, aunque lo omitiera para no fastidiar nuestra amistad. Pero aquel beso creó una batalla interna en mi interior. En ese momento después de inspirar consciente de ello por última vez, me dormí. Me desperté con aquella melodía que tenía establecida, para asegurarme, que tuviese el sueño que tuviese me despertase. Aquella  melodía que escuché al principio se convirtió en ruido, un ruido que me obligo a tener que despertarme a apagarla, solo con estirar el brazo no llegaba. Empecé el día malhumorado, como todos los días. No soportaba tener que madrugar, era el típico que si le dejabas dormía hasta las tres de la tarde. Pero lo que más rabia me daba aún era ser despertado por el cacharro ese, que emitía aquel sonido tan sonoro ya de buena mañana. Después de que el silencio me invadiera, respiré y vuelta a la rutina. Camino al bus, sin correr ya que aquel día me levanté con tiempo, me vino a la mente el sueño de aquella noche. Era un sueño un tanto extraño, era la misma situación que la tarde anterior. Jon y yo en mi cama. Pero esta vez el que le besaba era yo. Los dos, juntos nos fundimos en un beso de pasión, en un beso increíble. De repente Jon me apartó y me gritó lo mismo que le grité yo. Pero la palabra que más resonó en mi cabeza, MARICA. Como una palabra podía significar tanto, hacer tanto daño. Por un momento sentí compasión, cosa que se desvaneció cuando tropecé y casi me caigo. Nada más entrar por la puerta me extraño la nueva disposición de la clase. Jon estaba en la otra punta de la clase y a mi lado Paula. En el fondo supe que Jon estaba detrás de aquel repentino cambio. Me senté al lado de mi nueva compañera, sin queja alguna. Nada más apoyarme en aquella silla, suspiré, agradeciendo aquel acto por parte de mi... ya no se como considerarlo. Lo primero que hice fue decirle a Paula que quería empezar de nuevo con ella. Ella se rió y aceptó. “Hola soy Samuel” dije, indicando aquel nuevo comienzo de lo que esperaba que fuera una nueva amistad. Las clases empezaron, y estaba feliz por tener una compañera con la que no me matase, una compañera con la que pudiese hablar o a la que pudiese pedir un boli sin malos rollos. Aquel patio estuvo bien. Yo en medio de David y su aceitoso bocata de chorizo y  al otro lado Paula, a la que introduje en aquel recién creado grupo. Tampoco pensé en que pensaría David, ni en las consecuencias que pudiese tener aquel simple acto. A pesar de que nos conocíamos desde hace relativamente muy poco, sentía que ya éramos grandes amigos,como aquellos que se conociesen de toda la vida. Salí pitando al acabar las clases de la mañana. Tenía que buscar el equipo de fútbol. Llegué a casa más pronto de lo normal. Recalenté la comida, aquellos macarrones con tomate que especialmente ese dia me parecieron más apetitosos que nunca. Comí deprisa, tanto, que casi me atraganto un par de veces. Y me puse a hacer la mochila para el entreno. Busqué por todos lados, en el armario de mi habitación, en la cómoda de la habitación de invitados… tenía cada cosa en un lugar distinto, parecía que las hubiesen escondido a propósito. Nada más acabar la bolsa tuve que irme a clase. Una tarde aburrida, sin nada que recalcar. Esa vez volvimos los tres juntos, Paula, David y yo. LLegué a casa. Lo primero que hice después de dejar la mochila fue merendar. Algo ligero, ya que tendría que correr media hora y no quería ni tener flato ni vomitar. Nada más tragar aquel último mordisco de la merienda, cogí la equipación y salí corriendo. Por una parte pensé en que no quería ver a Jon. En clase era distinto. Podía olvidarme de él, a ratos. Al fondo de la clase ausente, pero en el fútbol era distinto. Todos tenemos que interactuar, todos teníamos que ser uno, un equipo. Pero por otra, quería verlo. Estaba cada vez menos enfadado con él, y cada vez con más dudas. A veces sentia que queria besarlo otra vez, pero nada más pensarlo me daba asco a mi mismo. Necesitaba verlo, resolver mis dudas, pensaba que él era el único que podía resolverlas. Pero no podía verlo. Nuestra amistad estaba rota. En ese momento no creía que pudiéramos volver a ser amigos, no después de lo que le dije. Quería disculparme pero no sabía cómo, y un simple lo siento no bastaba. Llegué al campo. Para mi sorpresa, la que nos dió el entrenador. Anunció que Jon se había ido del equipo, ya que no quería seguir jugando a fútbol. En ese momento un sentimiento de culpa recorrió todo mi cuerpo. La pasión de Jon era el fútbol, le fascinaba, y sabía que se había despuntado por mi. Era como si después de aquella tarde, se hubiese separado de todo lo que tuviese que ver conmigo. No se si por él o por mí. Me entristecí al recordar el motivo por el que me apunte a fútbol. A mi el fútbol al principio... no me encantaba. Me apunte porque éramos muy buenos amigos, y asi pasabamos mas tiempo juntos. Pero eso pareció terminar aquel mismo día. Aquel entreno no fue como los otros, no me pude concentrar, y se me notaba. Sentía que me faltaba algo. El tiempo pasaba y el entreno acabó. Como de costumbre nos fuimos a las duchas, porque cualquiera que se fuese sin hacerlo, con lo sudados que íbamos, y el olor que echamos, seguro que mataba a alguien por la calle. En el vestuario, había mucha complicidad entre todos. Reíamos, hablábamos, charlabamos. Porque la mayoría solo nos veíamos en los entrenos. Entre carcajadas, me olvidé de donde estábamos. Mis amigos se estaban desnudando, otros ya lo estaban. Nunca me había parado a fijarme en el cuerpo desnudo de mis amigos. Hasta aquel día en el vestuario. Los miré uno a uno, con disimulo. No quería que nadie pensase lo que no era. Pero realmente quizás si lo fuese. Fijandome en esos sudados cuerpos, esos atléticos y musculosos cuerpos desnudos. En sus penes de distintos tamaños y formas, en sus culos, más o menos respingones. De repente una extraña sensación invadió mi cuerpo, en especial mi pene que tenía una gran erección. Un  problema que no parecía que fuese a resolverse en cuestión de minutos. Por suerte me había entretenido y seguía vestido, con la sudada y olorosa ropa de fútbol, pero vestido. Esperé a que todos estuviesen en la ducha. Mientras acababan de entrar los que aún no lo habían hecho, hacía ver que me entretenía con el móvil, sentado en el banco del vestuario. Cuando ya estuvieron todos en la ducha y por tanto creí que no me veía nadie, me puse en pie, baje mi camiseta para intentar disimular aquel bulto que asomaba entre las piernas, cogí la equipación y me fui para casa, con cierta prisa.
CONTINUARÁ…

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 06, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Tú puedes llamarme SamuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora