II. Lobo solitario.

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Astrid.

— Cariño, él es Jereth Williams, es mi mejor amigo de la infancia. — los presenté aún con mi mirada en el piso.

— ¿Williams? ¿Familia de...

— Sí, sí, mi padre es Daniel Williams.

— ¡Claro! Por eso tu rostro me resultaba tan familiar. — rió. — Amor, ¿por qué nunca me hablaste sobre que el Sr. Williams tenía un hijo? — no dejaba de sonreír.

— Oh, no sabía que eso era de importancia para tí. Es solo tu socio ¿no?

Daniel ha sido un gran apoyo para mi papá y para mí desde que mi madre murió en un accidente de avión con destino a Japón hace dos años; iría a visitar a Jereth, ya que ella lo consideraba como su propio hijo, sin embargo, jamás recibimos ni una sola llamada. Días después recibimos la noticia de dicha tragedia.

Daniel al sentirse "culpable" de lo ocurrido, nos ofreció absolutamente todo lo necesario para vivir más que bien, nos ofreció disculpas incontables veces con lágrimas en sus ojos. Pero papá y yo jamás tuvimos rencor hacia él, fue todo un accidente, no tenía por qué sentirse así.

A día de hoy vivimos en un apartamento de su edificio más lujoso, donde él reside también. Al inicio nos negamos, pero con el tiempo terminamos aceptando su propuesta debido a la insistencia de sus palabras.

Pero no es algo de lo que nos arrepintamos, pues desde ese entonces, la relación entre nosotros a mejorado notablemente, al punto que logramos una amistad tan fuerte como la que tenían él y mi madre.

Daniel y Jackson se conocieron en una fiesta que dio para celebrar los treinta años de fundación de su empresa, allí se hicieron amigos y posteriormente socios.

Pero yo guardaba un pequeño secreto.

Solía espiar cuando Jackson llegaba al edificio para ver al Sr. Williams, él fue mi amor platónico durante mi adolescencia, después de todo, solo era cuatro años mayor para mí.

Comenzamos a salir en secreto a mis dieciséis años, a pesar de la diferencia de edad, nuestra relación era algo que me reconfortaba, llenaba un gran vacío en mi corazón.

— Sí amor. — aclaró su garganta. — Bueno y, ¿nos acompañarás a comer?

— ¿Perdona?

— Astrid y yo teníamos pensado salir a cenar algo por ahí. Sería un honor si nos acompañaras.

Miré disimuladamente a Jereth y le hice señas para que evadiera aquella propuesta, pero lo único que recibí de su parte fue una sonrisa victoriosa de su parte.

— Por supuesto, los acompaño. — lo miré mal. — Me gustaría conocer al novio de mi pequeña.

Eita.

Nuestros cuerpos se habían empapado totalmente debido al fuerte diluvio de aquella noche.

— ¿Me oyes? Despierta, por favor. — mi voz se iba quebrando poco a poco. — ¡Hey! Ya deja de jugar... prometiste jamás dejarme solo, ¿lo recuerdas? —Finalmente rompí en llanto mientras la sostenía en mis brazos.

La abracé fuertemente antes de llevar mis manos a su cuello para desabrochar su collar.

— No te preocupes, yo cuidaré esto por tí. — lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta. — Prometo jamás olvidarte, siempre serás el amor de mi vida.

Deposité un beso en sus labios ahora pálidos sin dejar de llorar. La había perdido a ella, lo había perdido todo.

Desperté bruscamente con la respiración agitada. De nuevo, el mismo sueño de siempre. Busqué desesperadamente el collar en mi cuello, y suspiré una vez que una de mis manos lo encontró.

Diamond Guy [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora