Nuevamente se levantó, se duchó, se vistió y se dirigió al trabajo, todo esto relativamente rápido, puesto que llegaría tarde si no se apuraba.
No desayunó, no tenía tiempo para ello. Simplemente se dispuso a tomar el autobús que lo conducía a su espacio laboral.
Vio el letrero de la florería Hearts n' Roses y entró sin más.
— Hola, querido, ¿por qué tan agitado? —le preguntó Freddie, su compañero de trabajo al verlo entrar.
— Casi llegué tarde —respondió el rubio disponiéndose a colocarse el delantal que normalmente llevaba para atender.
— Ya te dije que debías poner la alarma antes, rubia estúpida —lo riñó el azabache.
— Como sea, sí lo hice, pero anoche me quedé hasta tarde y...
— Roger, no me digas que otra vez estuviste sentado en un maldito escritorio hasta las tres de la mañana por seguir tu dichosa novela —interrumpió Freddie.
— Bueno...
— ¡Lo sabía!
— Mira, necesitaba redactar cómo Margaret se encontraba con Damian...
— Necesitabas dormir, y a juzgar por ojeras, veo que no me equivoco —refutó el persa.
— Dormir es para gente que no tiene nada más que hacer —respondió Roger.
— Dormir es para gente normal que trabaja y se levanta temprano, ahora ve, anda.
Roger suspiró y se dirigió a la caja para atenderla.
Amaba su trabajo, seleccionar y vender flores y plantas, ayudar a amantes que piden perdón, a padres que acaban de serlo y dar el pésame a aquellos que habían perdido un ser querido.
Pero su mayor pasión, además de la música, era la escritura. Redactar, crear mundos y personajes, decidir el destino de alguien y sentirse como él era el amo y señor de todos los habitantes de sus pequeños mundos ficticios.
Lo consideraba como una ventana a dimensiones desconocidas, a lugares donde las hadas y humanos convivían, o donde dos amantes luchaban por su amor.
Consideraba aquel arte como la liberación a sus problemas.
Por ello, soñaba con algún día atreverse a publicar alguna de sus obras y volverse un escritor reconocido, sin embargo, el costo de publicación no era barato, así que por el momento se contentaba con trabajar en aquella florería.
Estuvo en atendiendo un rato, cuando a la tienda entró un joven de cabellos rizados y alta estatura. Roger se fijó que llevaba una camiseta blanca algo sucia y unos vaqueros gastados, además de zapatillas llenas de tierra.
— Buenos días —saludó el desconocido cliente—. Busco... un encargo de Madeleine Aniston. Son... dos metros de pasto natural, diez maceteros pequeños de rosas blancas y... diez maceteros pequeños de violetas.
— Claro, lo tengo anotado... —dijo Roger sacando una libreta donde anotaba los pedidos—. Aquí está, Madeleine Aniston. ¿Su nombre?
— ¿Ah?
— Para anotar al receptor del encargo —respondió el rubio sonriendo—. No creo que usted sea Madeleine Aniston...
— Oh, ya veo —le sonrió el rizado devuelta—. Brian, Brian May.
— Brian... May —masculló escribiendo—. Listo, aquí tiene el recibo —se lo entregó nuevamente con una sonrisa en el rostro.
— Muchas gracias —respondió este—. ¿Dónde está? Para ir a dejarlas al camión...
— Yo le ayudo —se ofreció.
— Oh, no se preocupe, estoy acostumbrado a cargar estas cosas...
— En serio, yo lo ayudo —le sonrió.
Ambos cargaron las cosas hacia el furgón de Brian y cerraron las puertas.
— ¿Eso es todo? —preguntó el rubio—. ¿O necesita algo más?
— No, eso es todo, muchísimas gracias —le respondió el contrario con sinceridad—. Lo más probable es que esté pasando por aquí seguido —agregó—. Estoy trabajando de jardinero para costear mis estudios de astrofísica aquí en la ciudad, me mudé hace poco y espero ahorrar lo suficiente para lograr pagar un año y conseguir una beca.
— Suena una idea muy buena —le respondió el rubio—. Será un gusto verlo seguido.
— Por favor, solo tutéame, no es necesario la cordialidad, ya sabes, así tomamos confianza y será más agradable —propuso.
— Me parece estupendo —respondió Roger—. ¿Hace cuánto te mudaste?
— Llegué la semana pasada —rió levemente—. Me estoy quedando en un departamento en el centro... no es la gran cosa, pero vivo solo y el espacio es el suficiente.
— Suena bien, yo también vivo en un departamento —comentó—. ¿En qué parte del centro?
— Oh, en Westminster, en Millbank —respondió Brian—. Unos edificios rojos...
— ¡Justamente allí vivo! —exclamó el rubio—. ¿En cuál torre?
— La tres.
— Vaya, yo también.
— Qué pequeño es el mundo —rió Brian levemente—. Ahora que me doy cuenta, no me dijiste tu nombre.
— Oh, lo siento, soy Roger Taylor, un gusto.
Estrecharon sus manos y con este simple tacto, un cosquilleo se hizo presente en ambos.
Un cosquilleo que no olvidarían.
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Violets [Maylor]
FanfictionRoger trabaja en una florería y Brian es un jardinero. Violetas que me diste de un recuerdo olvidado para mi mente, pero no para mi corazón. [portada por @besitosderoger] [Emily Adler 2019]