Roger trabaja en una florería y Brian es un jardinero.
Violetas que me diste de un recuerdo olvidado para mi mente, pero no para mi corazón.
[portada por @besitosderoger]
[Emily Adler 2019]
No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. — El Principito, Antoine De Saint-Exupery • • •
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— Cuando sientes que amar es muerte, debes saber que las cosas nunca salen como piensas, que muchas veces las desilusiones son por algo, y que todo deriva a lo verdadero.
— ¿De dónde sacaste eso? —preguntó el azabache.
— De mi libro —respondió él simplemente.
— ¿¡Y aún así dices que escribes mal!? —exclamó Freddie indignado—. ¡Roger, eso es fenomenal!
— No es para tanto, a lo que voy, es que si las cosas no funcionaron con Paul, es por algo ¿no? —dijo el nombrado.
— Sí, ahora dime más frases así de tus libros —pidió el persa colocándose cómodamente en el mostrador de la florería a tiempo que apoyaba los codos en este.
— Eh... no, solo te dije esa para ayudarte —respondió el menor dirigiéndose a regar las flores.
— ¡Vamos, rubia estúpida! —exclamó Freddie.
— ¡Tú atiende la caja, y si viene Brian me avisas!
— Oh... con qué quieres atender a Brian...
— Cállate, es mi amigo —reclamó Roger mientras alimentaba unos tulipanes.
— Eso dices ahora —siguió insistiendo—. Pero después...
— ¿Podrías callarte?
Freddie bufó y siguió limándose las uñas en el mostrador.
La campana indicadora de un nuevo cliente sonó y ambos dirigieron la vista hacia la puerta.
Roger suspiró cuando vio que era simplemente una anciana que compraba flores para su jardín.
Siguió en lo suyo, hasta que por fin los familiares rizos aparecieron en la puerta del local.
Freddie le lanzó una mirada fugaz y pícara a Roger, quien simplemente la ignoró y se dirigió a hablar con su amigo.
— ¡Hey! —exclamó este al verlo—. ¿Cómo has estado?
— Hola —saludó el rubio—. Bien, ¿Qué hay de ti?
— Bastante bien —respondió.
— ¿Qué comprarás? —preguntó Roger.
— De hecho, no venía a comprar nada —sonrió el mayor a tiempo que se rascaba la nuca—. Es mi día libre, vine a verte a ti.
Freddie abrió los ojos y Roger le pegó en el brazo antes de que hiciese cualquier comentario.
— ¿A mí?
— Claro, somos amigos, ¿no? vine a invitarte un helado o algo, para pasar el rato.