Juego peligroso
— Hoy me he levantado con un dolor de culo…— dice Irene palpando la zona sobre su vestido blanco.
— A saber qué harías anoche— increpa Regina, que se pinta las uñas con esmalte rojo.
— Pues escribir hasta las tantas sentada en una silla que es un martirio, graciosa. Ya me gustaría que fuese por otra cosa.
— A mí me duele la espalda, este trabajo me está matando— alega Connie.
— Si queréis saber lo que es dolor, probad a poneros los tacones que me ha prestado So— contesta Alicia cojeando al entrar en la habitación.
— Ya te dije que no le hicieras caso, terminarás con juanetes—la reprende Karol.
— Por cierto, ¿dónde se ha metido So? Llega tarde más de media hora, luego se jacta de ser puntual— pregunta Alicia mientras se masajea los dedos de los pies y pone caritas de dolor.
— No lo sé, me mandó un mensaje diciendo que llegaría a su hora. De verdad que el dolor de culo es insoportable, tendré que hacerme con “mí” buen “masajista” para que lo remedie— dice Irene ajustándose el bajo de la falda.
— ¡Parecéis hermanitas jubiladas de la caridad! “Me duele la prótesis, me molesta la artritis…”— se burla So imitando el tono de las chicas— solo os falta hacer calceta y tomar té frío con limón. Y sí, mis tacones son para valientes. Alicia, ya te has visto en otra de que te los vuelva a dejar. Estaba en la cocina preparando los “margaritas”, pero vamos, que llego tarde y ni siquiera habéis preparado la mesa— dice al tiempo que entra con dos jarras llenas de líquido transparente para, inmediatamente, sentarse junto a sus cinco amigas alrededor de la mesa redonda del salón.
— Tampoco es que haya que preparar mucho, saco el tablero ahora mismo y punto. Y… ¿dices que eso son margaritas? — Pregunta Connie entrecerrando los ojos.
— Margaritas, vodka aguado, qué más da, lo importante es refrescarse ¿no? — Replica la improvisada camarera.
— Ya vamos con otro pedal como el de la semana pasada, no salgo de una con vosotras cuando estoy en otra peor. Apunta el hígado a la lista de dolencias para mañana. De todas maneras, pienso ir al masajista cuando salgamos de aquí, lo mismo borracha me tiro a su cuello— suspira Irene imaginado a Fernando, un hombre de canas prematuras y de muy buen ver.
— Como si a ti te hiciera falta el alcohol para hacer eso, já— So suelta una carcajada seca.
— Déjala, pobrecilla, si es que necesita un descanso y que le quiten las tensiones. Ya me darás la dirección de ese súper “masajista”— le guiña un ojo Connie a Irene y luego añade— para lo de mi espalda claro.
— Tiene unas manos el jodío que mojas las bragas, mira cuando llega a la zona del…
— A mí pasadme también el teléfono que no me duele nada, pero todo es ponerse— dice Karol levantando un momento la vista del móvil.
— Pero si en tu lista de contactos tienes que tener “masajistas” a montones—marca comillas con los dedos en el aire Alicia— que no paras con el móvil, muchacha.
— Es por temas laborales, para lo personal soy más de carne y eso.
— ¿Empezamos ya o seguís con las tonterías? Que tengo algunas cosillas que preguntar hoy— dice Regina mientras pone el vaso bocabajo.
— Alicia, te toca primero, que la última vez te escabulliste— Connie parece nerviosa; ya tiene sus preguntas preparadas, pero sabe que la sesión esta vez será movidita.