Prólogo

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Una gota de sudor cayó de mi frente, no siendo consciente de todo lo que acababa de ocurrir. Me quedé de pies mirando la escena en frente mío: un hombre muerto, un charco de sangre debajo de él, y una navaja clavada en su ensangrentado y agujereado abdomen. Miré mis manos: completamente limpias; los guantes habían hecho un buen trabajo. No iba a perder mi tiempo ocultando el cuerpo de este bastardo, dejaría que lo vieran, ahí tirado en el suelo de ese callejón, y aprovecharía el hecho de que nadie podría comprobar jamás que había sido yo, gracias también al espectacular trabajo de los guantes de látex que estaba usando. Me quité los dichosos guantes y los arrojé a un lado del cadáver del pobre hombre que acababa de morir por mis manos. Saqué la cajetilla de cigarrillos del bolsillo de mi chaqueta junto con el encendedor, tomé uno y lo encendí. Le dí una buena calada, dejando que el humo recorriera mi boca, y lo exhalé. Lancé el cigarro sobre los guantes y éstos empezaron a arder, me coloqué la capucha de mi chaqueta, y me alejé del cuerpo de mi víctima.

No era la primera, ni tampoco la última, pero sí una de las que más había disfrutado.

La lluvia anunció su venida con unas pequeñas gotas.

Deadly SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora