A | Más allá de tu piel

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Axel quiere a Tim, pero no de la misma manera que la mayoría de las parejas: el ama lo que es, más allá de su apariencia, más allá de besos y caricias

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Axel quiere a Tim, pero no de la misma manera que la mayoría de las parejas: el ama lo que es, más allá de su apariencia, más allá de besos y caricias.

La conocí un Jueves por la tarde en un restaurante familiar, yo atendía las mesas y ella disfrutaba de la compañía de sus amigos y conocidos. Cuando la vi nunca me imaginé en una situación comprometedora con ella, me pareció linda y alegre, en lo único que podía pensar mientras servía los combos de hamburguesa era en si yo podría tener la oportunidad de charlar con ella, invitarla a por un helado, ser participe de sus dulces sonrisas o ser el causante de sus emocionadas palabras, algún día.

Mi fantasía terminó cuando su mesa solicitó la cuenta y recogí la propina. Su sonrisa no salió de mi cabeza por días.

Cuando se lo comenté a mi mejor amigo casi se ahogó con su bebida energizante. «Creí que eras gay», respondió perplejo.

No me atreví a preguntar el porqué, es algo que sé perfectamente desde que me percaté que la sociedad tiene muy arraigado el término «amor» con «sexo».

En la preparatoria tuve algunas novias, ellas intentaban dar el siguiente paso pero yo....sencillamente no era algo que quería. Al final del curso todos tenían una imagen mental de mi como el chico «al que no se le para». Fue algo que llegó para cuestionarme mi existencia —¿Durante la adolescencia quién no se la cuestiona?— pero hoy en día es algo que sencillamente me da gracia recordar.

Bueno, el caso es que mi amigo me felicitó por mi no-celibato sin siquiera saber lo que acontecería después. Quiero decir, hubo mucho tiempo de por medio para dar por «finalizada» esa etapa —y actualmente el sexo no es algo primordial para mi— ya que siempre he sido de la idea de que hay una vida por delante para conocer a la persona que amas. Esto siendo uno de los principales puntos en mi lista de cosas por hacer antes de morir, lista donde no figura el deseo sexual.

Iba a dar por concluida mi historia con la chica del restaurante —uno de los tantos amores platónicos de la calle— cuando dos semanas después apareció junto a su familia para celebrar el cumpleaños de uno de ellos.

El recordarlo hace que me avergüence ya que actué muy torpe frente a ella para «ser notado», incluso tiré algo de salsa BBQ en la calva de su padre... Ugh, estaba nervioso ya que planeaba pedirle su número por que dudaba poder verla una tercera vez —vamos, que eso de almas predestinadas solo sucede en las pelis—. Pero poco antes de lanzarme una decena de dudas atravesaron mi cabeza, entre ellas cosas de un futuro que ni siquiera se sabía si podía ser escrito, como: ¿Qué pasaría si todo va bien y lo arruino por mi falta de apetito sexual? ¿Y si ella cree que una pareja no lo es si no tiene sexo?

Tiempo después, mucho, escuché relatos de otras personas como yo que abrían la relación para que su pareja pudiera gozar del placer sexual a la par que mantenían a flote su relación, pero eso es tan lejano a lo que soy que siento que de haberlo intentado todo hubiera terminado en una telenovela con mucho drama.

El caso es que mi mente jugó en mi contra y perdí aquella tan ansiada oportunidad.

No la volví a ver por algunos meses hasta las fiestas decembrinas, supongo que he de agradecerle al puré de papa de nuestro cocinero ya que era famoso en la ciudad y por la temporada se vendía bien.

Por la demanda no tuve ni tiempo de prestarle atención, solo recuerdo el haber estado corriendo de la cocina a las mesas con platos de lasaña, pavo y puré, pero al finalizar la jornada alguien entregó un libro olvidado en una de las tantas mesas y ahí si que fue el inicio de nuestra historia.

Al día siguiente apareció ella y yo tuve que regresarle el libro, estaba ansioso por entablar conversación así que aquella vez debí parecer un fanboy del autor del libro ya que cuando se lo di solo se me ocurrió alardear del talento de este.

Rayos, recordarlo es bochornoso ya que el libro era de su hermano menor y ella ni siquiera sabía de la existencia del autor.... ¡Al menos conseguí que me sonriera!

Lo que sucedió a partir de eso se desarrolló lentamente, verla era casi un milagro pero nuestras conversaciones fluían más y más hasta que un día me preguntó por mi hora de salida y fuimos por un helado —fue más maravilloso de lo que imaginé—.

Con el tiempo los sentimientos se cultivaron y fueron brotando, ella era inteligente y muy acertada con sus palabras, para un torpe como yo escucharla hablar era más que suficiente para mantener una sonrisa a lo largo del día.

Pero admito que el día que nos dimos nuestro primer beso fue caótico para mi, comencé a pensar en lo que seguía y el como yo no lo ansiaba. Es decir, el amor estaba ahí y ella era el sol de mi día a día pero eso no parecía ser suficiente para que esa llama interna me pidiera llevarla a la cama. ¡En lo absoluto!

Podía verla y pensar que era afortunado por tenerla en mi vida pero jamás observarla y ansiarla tenerla desnuda bajo mi cuerpo.

Entonces comencé a creer que era egoísta por tenerla a ella si no iba a «cumplirle» y me comporté como un bastardo por algunos días.

Mi corazón era consciente de que quería su felicidad y moriría por verla sonreír, pero mis acciones fueron más del tipo que te aleja sin dar explicación aparente. Cuando me di cuenta de mi error intenté buscar terapias o medicamentos que pudieran «arreglarme» hasta que llegué a Diario de una asexual de Lucía Lietsi y supe que no era la única persona en el mundo que se sentía de tal modo.

Fue un proceso difícil, primero yo tuve que familiarizarme con el término, asistir a charlas, conferencias e incluso interactuar con otros asexuales hasta que me sentí feliz con quien soy y pude hablar con ella.

Al inicio le pareció raro pero fue paciente y tuvo la iniciativa de preguntar, informarse e incluso acompañarme a mis reuniones.

El tiempo pasó y cuando decidí que quería pasar el resto de mi vida a su lado le propuse matrimonio. Aún así pasaron algunos meses hasta que me atreví a hacer el amor con ella, acepto que fue maravilloso pero no creo que lo haya sido por el acto en sí, lo fue por ella, por que la amo y es importante en mi vida.

Lo disfruté pero no es algo que hagamos con frecuencia —puedo contar con los dedos de una mano esas ocasiones— y eso no le resta valor a nuestra relación.

La amo a ella por lo que es, por el calor que me brinda y eso no esta arraigado a sus caricias ni su figura, va más allá de su piel y eso es mejor porque toca mi alma.

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Colores al aire | Antología «Letras Multicolores»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora