G | Siento, amo y existo. ¡Estoy aquí!

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Demuestro a los demás que los estereotipos son solo falacias, que los sentimientos son los mismos y la anatomía nos hace iguales

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Demuestro a los demás que los estereotipos son solo falacias, que los sentimientos son los mismos y la anatomía nos hace iguales. ¿Qué es diferente en nosotros? Nada.

Siento que el aire escapa de mis pulmones, mi rostro se siente caliente y el sudor comienza a molestarme.

Aprieto los labios con fuerza y miro de soslayo a mi madre, el aroma que llega de la cocina me indica que prepara galletas de vainilla, mis no-preferidas, pero a pesar de eso todos sabemos que terminaré por comerme más de la mitad porque adoro sus postres y un sabor no detendrá mi glotonería.

—Hey, John—repite sin apartar la mirada de la mezcla.

Paso saliva y me obligo a sonreír, regreso sobre mis pasos y entro en la cocina, nervioso —ansioso—.

Si mi memoria de los últimos cinco minutos no me falla, recuerdo que mi cerebro hizo corto circuito al enterarme que —muy— posiblemente mi hermana gusta de la persona que...ehm, literalmente, lleva llamándome la atención desde...¿qué? ¡¿Siempre?!

Claro, creo que el problema sería de ella si la persona en cuestión fuera un «ella» y no un «él», así que quien debe martirizarse soy yo y no ella.

Y no es que crea que enamorarse de alguien con la misma anatomía este mal, es solo que siento que debería decirlo pero no lo hago porque mi ideal es que es normal. Pero la sociedad no lo ve así y eso me «obliga» a gritarlo a los cuatro vientos porque hay que estar orgulloso y...Dios, dios, dios. ¿Este es el momento donde debo salir del clóset?

Las madres son muy astutas, tienen ese sexto sentido para detectar anomalías en el universo, mi madre sería algo así como la Bruja Escarlata de todas ellas, así que debe saber que mi reacción de hace un minuto fue porque mi corazón hizo «crack».

No sé qué es mejor, dejar que ella tome las riendas de la conversación y que me diga «Hey, niño. Sé que eres gay, largo de mi casa» o gritar «¡Soy gay!» mientras corro hacia la estación de autobuses más cercana y compro un boleto con el dinero del almuerzo.

Otra vez, el aire se escapa, siento que me ahogo. Si finjo desmayarme y tener un ataque epiléptico quizá gane un par de horas más.

Lo que más me pesa es que, en dado caso de que mi madre quiera matarme, no podré regresar al equipo de fútbol. Mañana tenemos un partido importante, todos hemos entrenado arduamente y poniendo nuestro corazón en ello. No sería justo para ellos que falte.

También le prometí a mis amigos que iríamos por una malteada después de nuestra aún-no-oficial victoria. ¡Oh! Y el Lunes debo entregar el ensayo de literatura que tanto me costó hacer, mi pegue son los deportes y las matemáticas, así que sería desastroso si no entrego esa tarea.

Lo peor, si me corren de casa y me piden que me aleje de mi hermana, no podría cumplir mi promesa de llevarla a jugar gotcha en su cumpleaños.

Tengo muchas cosas que hacer en el futuro, todas son normales, creo que lo único que va en contra de la corriente es que me molan los chicos en lugar de las chicas.

Según mi registro médico tengo el aspecto de un humano promedio, salud regular —exceptuando el hecho de que debo dormir con doble calcetín porque sino me resfrío—, tengo todos los dientes en su lugar y mi sangre no es azul.

Suelo jugar con el barro y me encanta Imagine Dragons, algo que se sale del norteamericano estereotipo del gay promedio, mhg... Ahora que lo pienso, las personas suelen asumir que las personas como yo somos o afeminados o tenemos un estilo de vida muy promiscua. Supongo que si mi madre cree eso terminaré en un convento.

Si llega a amonestarme poniendo eso de pretexto le diría algo como «Si, soy gay pero en mi vida he besado». No sé cómo besar y los tutoriales que hay en la web no me explican qué es lo que debo hacer. Quiero decir, ¿solo pego mis labios y ya? ¡Argh! Creo que hay tutoriales mejor ilustrados sobre cómo hacer que una mujer tenga un squirt.

Madre podía decir que terminé así porque solo convivo con ella y mi hermana, en ese caso le responderé «Si, soy gay y me gusta usar mi polera rosa pero no es porque quiera ser mujer. Soy un hombre que gusta de otros hombres y le gusta como luce su polera rosa con jeans negros».

En cualquier caso, pecaría de querer seguir el estilo de moda coreana, lástima que mi mesada de todo el mes no sea suficiente para ni una de sus camisetas.

Pensándolo bien, aceptaré mi no-afirmada muerte con dignidad. En los últimos meses no he actuado más que un chico con un tremendo crush hacía su mejor amigo, no he insultado a nadie y según yo no he causado ninguna muerte así que crimen imperdonable no es.

Ok, hagámoslo.

—Soy gay—digo en un suspiro.

Madre mantiene la mirada fija en la mezcla de vainilla antes de girarse hacia el lavabo.

—¿Podrías pasarme una cuchara de allá?

No respiro, está molesta, ignorará lo que le dije.

Otro «crack» en el corazón, ¿por qué no me mira? ¿Por qué no dice nada?

¿En verdad es muy malo?

Quiero decir, ¿es tan malo amar a alguien de tu mismo sexo que eso cambia lo que eres?

Sigo siendo el de siempre, me rio como lunático con las imágenes de gatitos y hamburguesas, me emocionó cuando sale un tráiler nuevo de alguna película de superhéroes, me quiebro la cabeza en la escuela —sobre todo el literatura, no me gusta—, mi cabeza da vueltas cuando la persona que me gusta me habla, me enfado cuando me retan por algo de lo que no tuve la culpa, y sobre todo, lloro cuando me lastiman.

Soy como tu mamá, soy como ellos, no es una etapa ni estoy confundido, ¡existo!

No me ignores, por favor, tu no...

—¿Eh? ¿Por qué lloras, John?

Madre me mira con sorpresa y dolor, el sentimiento que refleja me contagia, no entiendo.

Cuando menos lo espero, sus brazos me rodean, su calidez me hace recordar cuando caía de la bici y ella venía corriendo a consolarme. Mamá no cambia.

—Lo sé, John—susurra en un hilo de voz—. Supongo que es algo que he sabido desde siempre y eso nunca hará que dejes de ser mi hijo.

Lo entiendo, como cualquier humano, madre ni yo sabíamos cómo abarcar el tema. Nuestros corazones también se entorpecen por la gama de emociones que se extienden en torno a nosotros, es normal quedarse sin aire, sentir que las piernas nos flaquean y que el sudor se extienda por todo el cuerpo.

Estamos nerviosos, como dos crías de ciervo recién nacidas, sin saber qué dirección tomar, pero somos iguales. Dos humanos que sienten, aman y existen.

La prueba de que estamos aquí son nuestros corazones. La huella, el amor que damos.

Mañana daré lo mejor de mi en el partido de fútbol, no sé, quizá logre impresionar a la persona que se roba mis pensamientos. 

🌈

Colores al aire | Antología «Letras Multicolores»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora