Yo soy la Reina de los Cielos. Estás preocupada sobre cómo tienes que alabarme. Ten por seguro que toda alabanza a mi Hijo es alabanza a mí. Y aquellos que lo deshonran, me deshonran a mí, pues mi amor hacia él y el suyo hacia mí es tan ardiente como si los dos fuéramos un solo corazón. Tanto me honró a mí, que era un vaso de arcilla, que me ensalzó por encima de todos los ángeles. Por ello, tú me has de alabar así: "Bendito seas, Señor Dios, Creador de todas las cosas, que te dignaste descender dentro del vientre de la Virgen María. Bendito seas, Señor Dios, que quisiste habitar en las entrañas de la Virgen María, sin ser una carga para Ella y te dignaste a recibir su carne inmaculada sin pecado.
Bendito seas, Señor Dios, que viniste a la Virgen, dándole gozo a su alma y a todos sus miembros y que, con el gozo de todos los miembros de su cuerpo sin pecado, de Ella naciste. Bendito seas, Señor Dios, que, después de tu ascensión alegraste a la Virgen María con frecuentes consolaciones y con tu consolación la visitaste. Bendito seas, Señor Dios, que ascendiste el cuerpo y el alma de la Virgen María, tu Madre, a los Cielos y la honraste situándola junto a tu divinidad, sobre todos los ángeles. Ten misericordia de mí, Señor, por sus ruegos e intercesión".
Palabras de la Reina de los Cielos a su querida hija sobre el hermoso amor que el Hijo profesaba a su Madre Virgen; sobre cómo la Madre de Cristo fue concebida en un matrimonio casto y santificada en el vientre de su madre; sobre cómo ascendió en cuerpo y alma al Cielo; sobre el poder de su nombre y sobre los ángeles asignados a los hombres para el bien o para el mal.
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Las Profecías y Revelaciones de Santa Brígida de Suecia
SpiritualRevelaciones de Santa Brigida de suecia