CAPITULO IX: LA DIABLA

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<La Madame>

Cuando la noche empezó a caer, las luces del Mónaco empezaron a brillar en todo su esplendor, las chicas corrían de aquí para allá apresurando sus arreglos, ya los clientes comenzarían a llegar en cualquier momento. Me senté en mi sillón rojo como lo hice en la tarde cuando veía a las chicas reír y jugar como unas chiquillas, porque en el fondo muchas de ellas eso eran, niñas a las cuales le robaron su sonrisa, su inocencia y aquí estaban atrapadas en un destino que ellas no forjaron. Ya en la noche esas sonrisas se habían borrado, sus caras cargadas de un maquillaje llamativo, sus vestidos extras pequeños lo más ceñidos al cuerpo posible, para alimentar el morbo de los clientes, formaban parte de su trabajo el cual desempeñaban cada noche como un ritual

El Mónaco no era un burdel cualquiera, era el más prestigioso del lugar, se caracterizaba por tener las mujeres más bellas y exquisitas. Para eso las chicas cada equis tiempos eran cambiadas del lugar, para siempre tener novedad. Cuando alguna se enfermaba o por alguna razón perdía un poco su belleza, eran desechadas, pues no se podía arriesgar el prestigio del tan flamante burdel con mercancía dañada, así se expresaba el Ruso cada vez que pasaba a hacer supervisión de calidad por orden de don Mario. Las chicas eran llevadas a otros lugares donde correrían peor suerte y reemplazadas por otras en óptimas condiciones. Las que por un fatal error salían embarazadas les iba mucho peor, le pregunté al Ruso en varias ocasiones donde llevaban a las chicas que estaban en estado de embarazo, pero él solo se limitaba a decir que me metiera en mis asuntos y no pisara terreno movedizo.
Aquí solo quedaban las más veteranas para adiestrar a las nuevas (las novatas) y las que estaban por voluntad propia, siempre y cuando cumplieran con el rigor de calidad. Yo era la encargada del burdel, sobre mi descansaba toda la responsabilidad, todo debía funcionar a la perfección, don Mario cobraba muy caro los errores. Protegía a las chicas en todo lo posible que nadie les hiciera daño, aunque a veces en mi afán de ser la protectora a sus ojos terminaba siendo la verdugo.

—Madame ya llegaron los "distinguidos" clientes—se acercaba voceando a toda prisa La Diva con sus pasos rápidos y ligeros como una gacela, haciendo señal de comillas con los dedos cuando dijo distinguidos.
— Si Diva ya los veo —dije apagando mi cigarrillo en el cenicero a la vez que los veía traspasar la entrada. Cuando esos clientes "especiales" venían dejaban una ganancia bien jugosa para el negocio, pero también causaban muchos problemas. — avísale a las chicas — dije descruzando las piernas y levantándome de mi asiento —hoy será una noche bien larga —dije haciendo una mueca de desagrado con la boca al ver entrar al Ruso, ese siempre era ave de mal agüero.
La Diva salió a toda prisa a cumplir con mi mandato y yo me dirigí a recibir los nuevos clientes.

—Preciosa como siempre mi Sara —-dijo el Ruso tomándome por la cintura y apretujandome a su cuerpo.
— Creo que don Mario estaría muy de acuerdo contigo Ruso —le contesté dándole una mirada retadora, a lo que él accedió a soltarme bruscamente, sabía que lo de don Mario no se tocaba, si eso era, una cosa propiedad de ese maldito, hacia mucho tiempo que él se había obsesionado conmigo. Bienvenidos les dije a los nuevos clientes, los cuales se notaban eran hombres poderosos, andaban rodeados de un séquito de guardaespaldas, los cuales no disimulaban sus armas, en el Mónaco no se permitía entrar con ningún tipo de armas, pero habían excepciones, cuando venían personas que se dedicaban a todo tipo de negocios ilícitos, cosas del bajo mundo, pero dichas personas pertenecían a la alta sociedad, ironía no?

—Vamos llama a tus putas que vengan a mover su trasero —dijo el ruso dando varias palmadas para apurarme, yo me quedé ahí inmóvil mirándolo de medio lado.
— Yo... — estaba por comenzar a hablar cuando él se levantó de repente
—¿Tú qué?, maldita zorra —decía éste apretándome fuertemente la mandíbula —tú aquí eres una maldita puta igual que las demás, te ha llegado a creer mucho el papel de favorita del jefe, no?—- decia esto lanzando una risa burlona y con sus ojos llenos de maldad — no eres una señora, eres una asquerosa puta, a mí no me vuelvas a mirar de esa forma desafiante como lo hiciste hace un momento o me veré obligado a adornar esa bella carita con un tiro aquí — decía éste señalando con su dedo índice el centro de mi frente. —Ahora vé por las otras putas para que vengan a complacernos — terminó de decir el ruso a la vez que me soltaba la mandíbula y me empujaba al suelo. La diva al presenciar la escena iba a correr a levantarme, pero le hice señal con una mano que se detuviera. Me levanté del suelo y caminé hacia las chicas que observaban con sorpresa y pesar la escena, entiendo sus actitudes, nunca habían visto a la Madame ser humillada de esa manera, eso solo podía hacerlo el maldito don Mario. El ruso me la iba a pagar, de eso no cabía duda, pero no era el momento aún. Por encima de la música podía todavía escuchar las risas burlescas del ruso y sus acompañantes, malditos bastardos, dije a mis adentros.

—Madame te encuentras bien?—dijo La diabla en un tono triste acercándose a mí.
—Rápido a trabajar, muevanse!—dije a las chicas ignorando la pregunta de la diabla, no era momento para que me vieran débil. Las chicas obedecieron inmediatamente, mientras la diabla me dió una mirada mientras se alejaba que no pude descifrar.
—Madame por qué tratas así a la diabla?, las niñas solo están preocupadas por ti, igual yo. Por qué te empeñas en aparentar ser tan dura?
—Diva en este negocio no hay espacio para la debilidad, o eres fuerte o te devoran, así es esto —le contesté sentándome de nuevo en mi sillón rojo y prendiendo un cigarrillo.

La noche transcurría con normalidad hasta ese momento, varios de los clientes habían subido con chicas a los aposentos, mientras que los demás disfrutaban del show que les brindaban las chicas en el escenario y otras permanecían sentadas con ellos en sus piernas y así sucesivamente, cosa que no le eran permitidas a los clientes normales, pero estos y otros eran "clientes preferenciales". Estaba por encender mi décimo cigarrillo cuando escuché un grito que provenía del centro del lugar, me levanté a toda prisa y corrí en esa dirección,al irme acercando alcancé a ver a la diabla tirada en el suelo, acto seguido ésta se levantaba con ímpetu agarrando una botella de las que estaban en la mesa, disponiéndose a lanzarse encima de uno de los clientes, acción que fue detenida por unos de los tantos guardaespaldas que acompañaban a los tipos, tomándole entre 2 los brazos a la diabla y retorciéndoselo hacia atrás mientras el Ruso sacaba su arma

—¿Qué pasa aquí? —dije al ver que el ruso le apuntaba a la cabeza con el arma.
—-¿Qué pasa? Una de tus putas que es igualita a ti de arisca, la diferencia que a ésta nada me prohíbe pegarle un tiro en la frente —decía el ruso con determinación, ese hombre era muy peligroso y no le temblaba el pulso para acabar con quien fuere. Rápidamente me voltee frente a la diabla, ya los guardaespaldas la habían soltado del agarre, en sus ojos había ira, rabia pero también vi miedo, miedo a la muerte. —Estúpida —dije a la vez que le pagaba un fuerte golpe con mi puño cerrado en su rostro que la lanzó al suelo, seguido de varios golpes más que le propiné con mi pie en su estómago.— Disculpen señores el comportamiento de la diabla, les aseguro que esto no volverá a pasar, yo me encargo, dije mirando fijamente al ruso con determinación.
—Buena jugada Madame —dijo éste guardando su arma y aplaudiendo de una forma burlona—doblega tu fiera, que la próxima vez no habrá próxima vez — dijo éste acercándose a mi rostro y dándome una mirada maquiavelica, sabía no mentía, el disfrutaba matar.
Caminé unos pasos y le ordené a la diva y a otras chicas llevarán a la diabla a su habitación, la cual permanecía en el suelo mirándome llena de odio. Minutos después me dirigí hacia la dónde se encontraba para saber como seguía.
—Cómo estás? —le pregunté al entrar a la habitación y me sentaba al lado de la cama
—Deja de fingir que te preocupa por mi maldita, ese desgraciado me quemó y tú arremetiste contra mi, claro como nosotras solo somos basura —dijo la diabla mostrando una quemadura en su espalda —¿Quería que no me defendiera? No, no soy una cobarde como tú —continuó diciendo mientras se levantaba de la cama —ahora sal de mi habitación, no quiero verte, eres igual que esos mal nacidos, yo siempre creí que tú Madame eras una víctima al igual que muchas otras aquí, pero no, tú eres igual que ellos — dijo está con odio a la vez que escupia mi cara. Sus palabras me hirieron en lo más profundo.
—Eres una ingrata diabla —dije limpiando con rabia la saliva que había lanzado en mi rostro —mejor deberías agradecerme, te salvé la vida estúpida! —dije dando la vuelta y cerrando la puerta con un fuerte golpe detrás de mí.

LA MOJIGATA(PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora