Capítulo 9:

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—¡¿Qué?! —gritó Guillermo.

—Lo que oíste.

—¡Oh por Dios! Esto está mejor que la novela de las tres—dijo dramático.

Ana rodo los ojos. Guillermo podía ser irritante en ocasiones.

—¡Guillermo!

—¿Qué?

—¡Concéntrate!

—Está bien, pero admite que la protagonista es muy perra.

Ana lo vió de mala manera. Su hermano era un dolor de cabeza cuando se lo proponía.

—Memo, ¿ahora qué hago?

—Nada.

—¿Cómo?

—No hagas nada, si él lo saca a tema de colación, tú le dices lo que sientes y ya.

Ana meditó la idea por un par de segundos. Suspiro rendida. La verdad era que no estaba segura de sí Sebastián le diría algo al día siguiente. Tampoco podía ir y declararse abiertamente sin saber lo que él realmente quería. 

—Quizás tengas razón—dijo no muy convencida.

Sebastián llegó tarde a la oficina. La mañana se le fue entre pensamientos sobre aquel beso apasionado entre él y Ana. No sabía por qué lo había hecho pero le había gustado, aunque debía aclarar el asunto con ella; tal vez aquel beso no le gustó o quizás si. Suspiro frustrado. Cada que cerraba los ojos su mente viajaba hasta el recuerdo de aquel beso. No podía olvidar el hecho de que Ana le correspondió de una manera tan ardiente y pasional.

Entró en el elevador y vió su reloj, las diez con cincuenta minutos. Malditos pensamientos. Junto a él iba Ignacio el pretendiente de Ana, gruño. No debía sentir nada al respecto pero debía admitir que le incomodaba su presencia.

—Buenos días, señor Villarreal—dijo el pelirrojo sin verlo.

—Buenos días, Menchaca—respondió arisco, de mal humor.

Ambos bajaron en la misma planta, Sebastián fué directo a su oficina sin saludar a Ana. Ignacio fue hasta donde ella con una sonrisa encantadora.

—¡Hola, Ana!—saludo con entusiasmo.

—Hola Ignacio—dijo apacible con una sonrisa en el rostro.

—¿Quieres almorzar conmigo? Siempre que te veo estás sóla.

—Ignacio, yo no...

—No te preocupes es una invitación en plan de amigos, ya me quedo claro que no quieres nada conmigo.

Ana sonrió. Por fin podría entablar una conversación común con Ignacio, llevarse bien sin tener que rechazarlo cada que la invité a salir.

—Esta bien, nos vemos en el almuerzo.

—¿Es un trato?—preguntó con una ceja arqueada.

—Un trato.

Ignacio dió media vuelta y le dijo adiós con la mano. Ana volvió a sonreír. Ignacio era un buen tipo, lindo y casí siempre estaba de buen humor, sonreía todo el tiempo, siendo amable con todos.

—Ana, necesito hablar contigo.

Sebastián estaba frente a ella con la cara inexpresiva. Ana suspiro y lo siguió hasta su oficina. No entendía el por qué pero tenía un mal presentimiento, uno de esos en los que sientes que te van a romper el corazón.

—Quiero hablar sobre lo que pasó ayer entre nosotros dos—dijo mientras veía a través de la ventana que daba al exterior del edificio, dándole la espalda a ella.

Papá Soltero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora