Capítulo 1:

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—¡¿Qué?!—dijo Sebastián, incrédulo, sin dar crédito a lo que escuchó.

—¡No quiero seguir!—repitió Marcia. Camino en círculos sobre la alfombra de la oficina de Sebastián, tratando de calmarse.

—¡No lo entiendo! ¿Cómo puedes ser tan desalmada? —Sebastián perdió los estribos y cada minuto que corría lo ponía nervioso.

—¡Por culpa tuya deje mi carrera de modelo!—gritó encolerizada.

—¡¿Por mi culpa?!—Preguntó incrédulo, dolido... Sirvió un poco de whisky en una copa. 

—¡Si!, si no me hubieras embarazado... Yo sería una mujer libre.

Aquello descolocó a Sebastián, sintió que una mano invisible apretujo su corazón. ¿Cómo era posible que después de siete años le hiciera eso? Después de que se empeño en forma una familia con ella.

—¿Eso es lo que quieres? —susurró y trago saliva. Vio asentir a Marcia con la cabeza—. Te mandaré los papeles del divorcio con mi abogado—dijo sin verla.

—Lo esperare—murmuró. Suspiro ruidosamente y vió como se contraía la espalda de Sebastián dentro del saco.

—También firmaras la custodia de Jonathan, Matteo y Patricio— y más que una petición, fue una orden.

—Claro.

—Eres libre, puedes irte—zanjó la conversación con voz fría y distante, y Marcia se fue dando un portazo.

Sebastián lanzó la copa de whisky que sostenía contra la pared, a lado de la fotografía donde se podía apreciar a una pareja de recién casados, una fotografía donde él sonreía mientras Marcia lo veía con lo que parecía amor.

Después de aquel encuentro con Marcia, lo único que sabía de ella era que: se convirtió en entrenadora personal. Los pequeños de seis meses, cinco y siete años de edad, quedaron a cargo de su padre; que había sido consumido por el trabajo. Los niños mayores habían tomado la noticia de que su madre no volvería a casa de una manera extraña. Matteo decía que las madres también requerían vacaciones y que Marcia regresaría después de un tiempo. Patricio, el niño mayor, decía que la Señora Gritos (así llamaba a su madre) no tenía por que regresar, que era insoportable y que jamás en su corta vida había visto a mujer tan amargada. Sebastián, sin embargo, sufría. No dejó de amar a Marcia de la noche a la mañana. Durante dos meses cayó en una especie de limbo, en un bucle infinito sin sentido, hasta que su madre lo obligó a dejar de lamentarse y a pasar tiempo con sus hijos.

—¡Caramba papá!—había dicho Patricio, el día en el que Sebastián fue forzado a salir de su zona de confort, donde lo único que hacía era lamentarse y beber. —. Estas horrible.

Sebastián tenía el pelo castaño revuelto. Las bolsas negras bajo sus párpados denotaban cansancio. No pudo cerrar los ojos en toda la noche y para colmó, tenía una jaqueca explosiva.

—Gracias campeón, tú igual amaneciste muy guapo el día de hoy—dijo con ironía.

El pequeño fruncio el entrecejó, no había comprendido el tono de voz que empleó su padre para hablarle, así que, lo vió con los ojos entre cerrados como si eso funcionara a dispar sus dudas; Sebastián en cambio le dió una sonrisa a su hijo para relajar su comentario. La contestación no resultó ofensiva para Patricio pero igual tuvo curiosidad sobre por qué los adultos empleaban aquel tono de voz cada que ellos se molestaban.

♠♠♠

—Señor Villarreal—dijo su secretaria—, el pequeño Patrick llamó.

Papá Soltero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora