Capítulo 4:

3.4K 242 8
                                    

Ana llegó a casa con el ánimo por los suelos. Aún no podía creer como Sebastián pudo ser tan insensible y mucho menos podía comprender cómo pudo ser tan descarado para proponerle matrimonio; como si fuese la cosa más natural del mundo desposar a su secretaria por puro capricho. En cuanto abrió la puerta, su gato atigrado, Sansón, le acarició las piernas e inició con su ronroneo. Ana le acarició trás las orejas y el gato se tiró a sus pies, boca arriba.

—¡Eres hermoso!

El minino dió un giro y se quedó echado sobre su panza, complacido por los mimos; arqueo la espalda en una curva hacia dentro con las patas delanteras estiradas cuando Ana le acarició entre los omóplatos.

—¡Son las nueve de la noche! ¿En dónde estabas?—exigió saber su hermano menor.

El gato dió un salto cuando Guillermo apareció frente a ellos. Gruñó en protesta y se fué, molesto.

—Tranquilizante Guillermo—resongó Ana—, asustaste a Sansón.

—Es tardé, ¿qué querías?, ¿qué saltará de alegría?

—No, pero...

—¡Por Dios Ana! Me preocupó por ti.

—Lo sé—musitó—, pero te recuerdo que estoy próxima a cumplir los treinta y tú tienes veintitrés. 

—¿Sabés? Si estás saliendo con alguién sólo tienes que decirlo—hizo una pausa—. Sólo no me digas que sigues enamorada de tu jefe.

—Sebastián me propuso matrimonio—soltó con la mirada gacha.

Guillermo ensanchó los ojos, incrédulo. Por un momento se quedó callado, pensando en lo ingenua que podría ser su hermana.

—Di algo —pidió Ana. Su hermano la vió y meditó por un segundo lo que diría:

—¿Aceptaste?

—No, ¿cómo lo haría?

—¡Oh, no lo sé! Tal vez por que llevas tres años enamorada de ese idiota.

—Sí, pero no podría hacerle eso a tres pequeños.

—Enana, debes dejar eso por la paz. 

—No puedo Memo.

Su hermano suspiro y la abrazo. Su hermana mayor podía ser fuerte pero desde su última relación se volvió más débil y frágil, no había perdido su entusiasmo por la vida, y mucho menos su sentido del humor pero en cuanto a relaciones amorosas tenía miedo a no ser lo suficiente. Se encerró en un mundo donde solo se dedicaba a ella, a sus cinco gatos y a Guillermo pero, todo eso cambio gracias a Sebastián, sin embargo, para los ojos de Guillermo, eso fue peor que tener cinco gatos rescatados de la calle. Y aunque Ana decidió tomar a Sebastián como un amor imposible, no se sintió muy segura consigo misma. Parecia una adolescente obsesionada con el chico que le gusta, solo observando a lo lejos al hombre que deseaba, imaginando una historia de amor que jamás llegaría.

—Julián jamás te valoró—dijo cauteloso con los labios sobre su cabello—, pero eso no significa que alguién más no lo haga.

—¡Él hizo que perdiera a mi bebé!— se despegó de su abrazo y lo vió con la mirada desorbitada.

El tragó amargo de su pasado hizo acto de presencia. Los recuerdos de aquella tarde la atacaron. Cuatro años atrás, Ana había tenido un novio encantador; Julián nunca fue agresivo hasta esa noche, donde se enteró de que su novia le daría un hijo. Discutieron, Julián no estaba listo para ser padre y formar una familia, así que, le propuso abortar.

«—¡Ana, por favor! Piensa, no estamos listos para ser padres.

—Quizás tú no.

Papá Soltero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora