No tengas miedo.

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Capítulo 28. - No tengas miedo.


El flujo de las personas en la calle era casi nulo, Hyun, desde la ventana, observaba todo: a las personas que salían a hacer ejercicio o a pasear a sus perros, a los niños jugando y riendo o a algún par de ancianos que pasaban tomados de la mano. El mundo fluía mientras él era un espectador tras de su ventana.


Un ligero trote se escuchó a sus espaldas. Sonrió. Aún antes de darse la vuelta ya sabía de quién se trataba: su terremoto de azúcar. Su Alberja particular.


Giró justo a tiempo para atrapar el pequeño cuerpo que se abalanzaba a sus brazos. - ¡Papá! - Chilló Yokina emocionada. - ¡Adivina lo que me compraron mis abuelos!


Hyun puso un dedo en su barbilla, pensando en tan seria duda. - Mmmm... No sé... ¿acaso pastel?


La boca de Yokina se transformó en una perfecta "O". - ¿Cómo supiste?


- Un pajarito me lo contó.


El gesto de Yokina se llenó de contrariedad. - ¡Papá! ¡Me estás engañando! ¡Tú piensas que creo en esos cuentos!


- Es la verdad, acaba de salir por esa ventana.


- Papá mentiroso, por esa ventana no salió nada. - Las risas agitaron a Hyun. Yokina centró la atención con una duda. - ¿Por qué mirabas por la ventana? ¿Extrañas a papi?


Hyun aseguró convencido. - Sí, mi Alberja, lo extraño horrores. Siento que han pasado siglos sin verlo.


- No seas exagerado. No he estado ni una hora fuera.


Al escuchar la voz, Hyun bajó a Yokina de sus brazos. Saeng llegaba a la estancia con una serie de bolsas. Corrió a ayudarlo, dándole un beso de bienvenida en la frente. - Te extrañaré aunque tardes cinco minutos. - Afirmó sin lugar a dudas.


Y en realidad era así.


Desde aquél día en que Yokina llegara al mundo, Hyun había adquirido una extraña manía que no había remitido con el tiempo, al menos no del todo. Fueron horas de angustiosa espera. En que Hyun sintió a su corazón paralizarse del miedo y dolor. En que sin saber cómo decidió esconderlo y sostenerse en Yokina, sin que una sola lágrima asomara a sus ojos, los señores Heo derramaban ya suficientes y alguien debía mostrar fortaleza, perseguir la fe.


En esos momentos de incertidumbre se preguntó en lo que haría Saeng. Anotaría paso a paso, metódicamente todo en la agenda mental que tenía en la cabeza. Y eso intentó hacer él. Dejó a los señores Heo en un lugar más tranquilo y le dio de comer a la Alberja siguiendo con nerviosismo las indicaciones que le diera una gentil enfermera. Cambió sus pañales y continuamente preguntaba por el estado de Saeng. "Hay que esperar", respondían. Y Hyun esperaba. Esperaba por tener de nuevo a Saeng en sus brazos. Por ver crecer juntos a su pequeña traviesa estrella. Esperaba por peleas y reconciliaciones. Esperaba por un milagro y el milagro llegó.


Young Saeng cumplió su promesa y no se fue dejándolo solo.


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