Capítulo 1: A.

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La primera vez que la vi fue en Asturias, saliendo de la estación de autobuses, el primer día de vacaciones de mi decimosexto cumpleaños. Nunca había visto una chica como ella. Y seguramente nadie de mi barrio, tampoco. 

        Lo primero en lo que me fijé fue en su pelo, teñido de rosa. "La pelirrosa", le llamaba todo el mundo, y desde aquel entonces empecé a pensar que un poco peligrosa tal vez sí que era. Después en sus cejas, muy finas y siempre fruncidas, sin importar que estuviera sonriendo o no. Sus labios eran rectos y muy pequeños, aunque al mismo tiempo carnosos. Tenía esa boca que no te das cuenta de que es la más bonita que has visto nunca hasta que la ves, y entonces te mueres de ganas de besarla. Y una nariz pequeña y recta. Vestía una sudadera gris y unos vaqueros ajustados, conjunto bastante inadecuado para el calor que se avecinaba aquellos meses. Y lo conjuntaba con unas All Star grises muy desgastadas, con los cordones sucios y desilachados.

        Lo único que me quedé sin ver fueron sus ojos. Aunque no mucho más tarde descubriría que eran azules, como los mares del norte, y profundos, tanto pero no más que ella. 

        Como equipaje llevaba únicamente una mochila abarrotada —y recalco abarrotada con todas sus letras, porque ni siquiera la cremallera cerraba del todo y por uno de los bolsillos sobresalían hojas de papel repletas de palabras, pinturas, y otros artilugios que en un primer momento no pude identificar—. 

        Lo que más me llamó la atención, después de su pelo fue, sin lugar a dudas, lo que hizo tras salir de la estación; no esperó a nadie ni estaba siendo esperada. Simplemente caminó en la primera dirección que se le antojó, yo estaba seguro de que no conocía aquellas calles, y siguió cualquier camino. 

        Y yo, que era adolescente de azoteas y puertas cerradas, que siempre me quedaba en casa leyendo y escuchando a Hawk Davies, que jamás había salido de mi barrio, y mucho menos de Asturias, decidí que desde aquel momento y para siempre tenía que seguirla. 

        Y ni siquiera entonces sabía que se llamaba Pinkie, y que me llevaría hasta Nebraska.

Nebraska.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora