Capítulo I

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Dos años después

Yesung nunca se imaginó,que tendría que volver a Busan, y mucho menos que sería para asistir al funeral de su Hermano Jongjin, no podía creerlo. Un accidente de tráfico, un maldito árbol y su Hermanito dejó de existir para siempre. 

Estrelló su puño contra el volante. No lograba asimilar el punto de nunca más lo volvería a ver, no quería mortificarse en ese instante, pero como no hacerlo, si era acerca, de si tomó la mejor decisión de haberse largado a Seúl, dejando todo atrás, al pueblo, sus amigos de infancia y sobre todo a su madre y Hermano. No tenía bien en claro si lo estaba haciendo, principalmente para proteger a su familia de él mismo, todo por la persona en que se estaba convertido, con tan solo apenas 14 años ya era todo un delincuente, Yesung había cometido infinidad de robos, destrozado un par de coches durante carreras ilegales, junto a la costa y de haber enviado a más de cinco tipos al hospital casi muertos, por las peleas que practicaba y porque su padre lo obligaba a participar ilegalmente, lo que conllevó a que todo el mundo le tuviera miedo con tan sólo verlo de lejos. 

Los tres malditos años que estuvo encerrado, fueron para él un paraíso, su padre murió a los dos días de que lo encerraran, a causa de un infarto y no por los golpes que le había propiciado, o al menos eso le dijeron los doctores, pero el tiene en claro que no es verdad, como sobreviviria alguien con 5 costillas rotas, todo un brazo roto, ser golpeado brutalmente con un trozo de madera por todo el cuerpo y más aparte una gran patada, provocando un fuerte golpe contra la pared haciendo que rebotar  su cabeza,como si un balón se tratase. Lo único que le importó en aquel momento fue que ya no tendría que pasar noches en vela, cuidando a su hermano y su madre se encontrarán bien, por si aquel hijo de puta se le pasara la mano más de la cuenta. No lo hubiera soportado. 

Cruzó el pueblo en dirección a las afueras, en dirección al barrio donde había vivido la mayor parte de su vida. Allí todas las casas eran iguales separadas las unas de las otras, por un muro de ladrillos, en un barrio como aquel todos se conocían y las miserias eran de dominio público. 

No se encontraba muy lejos de las zonas de clase media, ni de la colonia donde se alzaban las grandes casas sureñas de los riquillos y al mismo tiempo se encontraba en otro mundo. Detuvo el coche frente a la que había sido su casa. Se sorprendió al ver el jardín delantero con un césped impoluto, en el porche había un pequeño balancín y de la viga de madera que lo sostenía colgaban maceteros con flores multicolores. 

Se bajó con el corazón desbocado, contempló la entrada, había pasado mucho tiempo desde que cruzó aquella puerta. 

—Yesung!!—dijo su madre apareciendo en el porche y corrió hacia el. Se quedó inmóvil mudo de la impresión y sólo fue capaz de abrir los brazos mientras ella se precipitaba entre ellos. La estrechó contra su pecho con todas sus fuerzas, haciéndose la idea  en qué momento se había convertido en aquel ser pequeño y frágil. La apretó con mucho más fuerza e inspiró el olor a lavanda que desprendía de su pelo. Se le encogió el alma al sentir aquel aroma tan familiar que seguía grabado en su cerebro después de tanto tiempo. 

Habían pasado tres años desde la última vez que se vieron, poco antes de que el termina de cumplir su condena y en todo ese tiempo había hablado por teléfono la apartó un poco y le dedicó una sonrisa. Estaba tan pálida y demacrada que habría podido pasar por el cadáver que les esperaba en la funeraria. Sólo tenía cuarenta años pero el espejo de su cara refleja muchos más, demasiados para ser exactos. 

—Estas muy guapo — Dijo su madre mientras le acariciaba la mejilla — Y mucho más alto y apuesto aunque deporsi lo has sido — Lo miro a los ojos y soltó un suspiro entrecortado, a ella le dolía contemplarlo pues eran iguales a los de Jongjin: de un negro demasiado oscuro que pareciera el mismísimo cielo en la noche con unas largas y espesas pestañas que los ocultaban cuando los entrecerrar — Anda, vamos adentro aún faltan un par de horas para el funeral y seguro que estarás casado por el viaje. 

Yesung se inclinó para besarle la frente, le rodeó los hombros con el brazo y juntos se dirigieron a la casa, se detuvo en el porche y cerró los ojos. Durante un segundo pensó que no podría hacerlo, que no podría entrar. Tomó aire y se obligó a cruzar el umbral del que había sido su infierno. 






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Hola después de mucho tiempo alfin subí esta historia de nuevo jaja ja por motivos de falta de inspiración y esas cosas la tuve que cancelar por un tiempo y fue bastante tiempo para ser verdad, pero ya estoy lista para continuar, espero que en verdad les guste tanto como a mi, como saben es una adaptación, no es original pedí el permiso para crearla así que no te enojes o disguste por eso, espero que lo disfruten tanto como yo al escribirla. Eso es todo nos vemos en una próxima actualización.

Crossing The Limit (YEKYU) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora