Este es el relato donde Melkor obedece sin restricción la condición que Mairon le puso para poder servirle. Y de tal forma, deduce que lo mejor es molestar a sus compañeros.
Datos.
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No hubo jamás, en toda la eternidad, una noche tan más placentera para la mayoría de los Ainur. Todos descansaron como era debido, excepto Manwë; Se pasó la noche meditando justo en el mismo balcón que se encontró con su hermano hace casi una semana.
Varda se encontró un poco curiosa por la extraña actitud de su pareja, pero en lugar de entrar al escenario y acosar a su pareja con preguntas, permaneció en la sombra, unida al marco de la entrada. Observó a Manwë por las espaldas y no encontró a un ser cobarde o delicado, sino a un hombre al que le duele actuar en contra de quienes ama. Vio en él la valentía por sobre los deseos, percibió la tristeza, pero también la responsabilidad que se le fue otorgada desde aquel cruel momento.
La doncella de las estrellas bajó la mirada siendo atacada por un millón de recuerdos, algunos buenos y otros malos, pero había un poco de Melkor en ellos. Formó una floja sonrisa, la cual hizo un juego perfecto con el tono de incertidumbre de la noche. Dio un par de pasos atrás, sin ser percibida por su invaluable señor, se unió al sigilo de la oscuridad; ella debía prepararse mentalmente para lo que vendría al siguiente día.
En cuanto a nuestro hermoso Manwë, se aferró al barandal y sin temor, sino con demasía valentía, derramó lágrimas en nombre de Melkor y la relación de antaño, que deseaba recuperar con su hermano.
Ahora podrían llamarlo tonto e iluso, pero incluso en medio de su inocencia, había un brillo que los adultos perdían, había perdón y amor, ignorantes a la ingratitud del mayor. Tomó aire, cerró los ojos y dejó que el viento acariciara sus hermosas facciones.
El recuerdo de un lunes y el estrés que siguió, ahora no quedaba más que en el pasado. Justamente, a unas horas de enfrentarse a su hermano mayor, por una parte, sentía lástima de seguir el mismo patrón de siempre, mientras que, por otro lado, estaba aliviado de no poder sentir el mismo estrés que hace uno o dos días. El hecho de que Mandos ya no esté llamando a su puerta, presionándolo, y a la vez, gritando incoherencias, ya era un grandísimo avance.
El señor de las aves exhaló y abrió un poco sus ojos para encontrarse con una extraña paz rondando por sus tierras. Era hermoso, aún más sí se ignoraba el hecho de que el mar aún estaba vuelto loco y que se escuchaban los ecos de los gritos de Vána en contra de Oromë, así como el llanto y arrepentimiento del moreno.
Es una lástima, se dijo Manwë dado la vuelta, dispuesto a encontrar los brazos de su amada y fundirse en ellos; él hubiese deseado ir directamente a enfrentar a su mayor, pero no, al ser el rey de todo, debía permanecer en el Taniquetil y esperar a que Tulkas llegara con Melkor cargado como costal de papas.
—Sólo espero un milagro —dijo Manwë adentrándose al recinto—. Un milagro del que ni yo mismo puedo ser el hacedor.
Horas después, telperion comenzó a menguar; todos los Ainur dieron la bienvenida a un nuevo y prometedor día. Manwë abrió los ojos para encontrarse con su amada y un tierno beso en la punta de la nariz.