Las posiciones regulacionistas buscan regular la prostitución como una profesión legítima. La defensa del regulacionismo se da desde distintas corrientes de pensamiento liberales, progresistas, y feministas. Desde un punto de vista liberal se puede considerar que prohibir la prostitución supone limitar la libertad individual de prostitutas, proxenetas y clientes. Desde un punto de vista progresista se argumenta que, aunque la prostitución pueda no ser deseable, la prohibición no consigue que la prostitución desaparezca, sino que empuja a las prostitutas a una clandestinidad en la que sus condiciones de vida empeoran.
Desde las posiciones regulacionistas se tiende a utilizar la denominación «trabajador sexual» para cualquiera que ejerza la prostitución, así como otras profesiones relacionadas con el sexo; denominación que recibe críticas por parte de sectores abolicionistas y moralistas, al considerar que el sexo no es un bien de consumo, y, por lo tanto, el "trabajo sexual" no es un trabajo auténtico.
Según Tony Mac, activista y trabajadora sexual, la regulación es uno de los caminos efectivos para la lucha contra la trata de personas y explotación infantil. Al proveer un marco regulado se accede a una inmensa cantidad de información y datos para entender las diferentes situaciones de las trabajadoras sexuales. Según Clara Rojas, el modelo regulacionista provee a las trabajadoras sexuales con derechos iguales a los del resto de trabajadores, acceso a los sistemas de salud y garantías frente a la autoridad y la justicia.