A lo largo y a lo ancho del mundo, las problemáticas sociales que enfrentan los grupos marginados son incontables. Machismo, racismo, xenofobia, homofobia, transfobia, clasismo, y apenas tocamos la superficie. El dilema empeora cuando un grupo presenta características que se solapan con los de otro: mujeres negras, hombres bisexuales, personas trans pobres, un infinito etcétera de posibilidades.
En el año 1989, la profesora de Derecho especializada en etnia y género y activista feminista Kimberlé Crenshaw bautizó esta superposición de problemáticas como interseccionalidad, dentro de un artículo publicado por la universidad de Chicago.
A lo largo de los primeros párrafos, Crenshaw explica cómo la falta de un marco teórico más amplio socava las posibilidades de comprender (y resolver) los desafíos que representa la intersección de identidades marginalizadas. En principio, utiliza este concepto para visibilizar la discriminación que afecta a las mujeres afroestadounidenses como resultado de la combinación del machismo y el racismo.
En vista del incremento en la brutalidad policial contra la comunidad afroestadounidense, Crenshaw brindó una charla TED en 2016 para resaltar la necesidad de un enfoque interseccional.
Así, podemos elevar la figura de Kimberlé Crenshaw como la fundadora de una de las tantas corrientes del feminismo: el feminismo interseccional. Un feminismo que lucha por los derechos de todas las mujeres, pero sin olvidar que una mujer blanca, cisheterosexual, con poder económico y acceso a la educación retiene privilegios por sobre las demás.
¿Acaso le resta importancia a la misoginia que dicha mujer debe enfrentar a lo largo de su vida? No. La discriminación misógina es igual de válida, dirigida a cualquier mujer. Pero la realidad es que la situación de quienes conviven con más de una forma de marginalización es mucho más urgente.
Interseccionalidad en Argentina:
Pese a no ser una de las corrientes de mayor renombre en nuestro país, podemos reconocer casos recientes en los que la interseccionalidad aparece como necesaria:
Eva Analía de Jesús, más conocida como Higui, fue acusada de asesinato por defenderse de sus agresores y fue presa por ser mujer pobre y lesbiana. Hoy, gracias a la lucha social, Higui consiguió la excarcelación y aguarda el juicio desde su hogar mientras lucha por el cambio de carátula de la causa de homicidio simple a legítima defensa.
Según por los datos analizados por la defensoría del pueblo, las mujeres trans son las más vulnerables dentro del colectivo LGBTQIA+ argentino: en 2016, representaron el 77% de las víctimas de crímenes de odio en general, y el 92% de las víctimas de asesinato.
Los nombres de Diana Sacayán y Lohana Berkins se recuerdan en cada protesta por los derechos de las personas trans y en cada pedido de justicia: por Pamela Macedo, por Erika Rojas, por Estrella Belén Sánchez, por Bella Inostroza y por muchas más.
Dada la ilegalidad del aborto, nuestro país no cuenta con cifras oficiales al respecto, pero se estima que alrededor de 500 mil abortos clandestinos se practican cada año. Es un secreto a voces que un aborto en condiciones idóneas de higiene y acompañado por profesionales es algo que solo las personas gestantes de clase alta pueden pagar, mientras las pobres mueren, desangradas y por infecciones, en clínicas clandestinas.
Miles de niñas y mujeres son engañadas con promesas de empleo y secuestradas en la trata para explotación sexual. Miles de mujeres de bajos recursos se ven obligadas a prostituirse para llevar el pan a la casa. Miles de mujeres no heterosexuales son víctimas de violaciones “correctivas” bajo la excusa de “curarles el lesbianismo”.
Miles de mujeres, de por sí vulnerables ante la violencia machista y misógina, se ven atacadas a diario por otros aspectos de sus identidades y realidades sociales.