Prólogo

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¿Que cómo habíamos acabado tiradas en medio de una carretera de Virginia a unos veinte kilómetros de la ciudad más cercana? Pues verás, podría resumirse en la razón de todos nuestros problemas desde hacía siete años: nuestros padres.

Recuerdo que nuestra familia era de lo más normal y aburrida. Celebrábamos acción de gracias en casa de nuestra abuela, al sur de Michigan; en navidad visitábamos a nuestra tía abuela Loren, a Florida; algunos veranos íbamos a Hawái... Esto último podría sonar divertido, pero la verdad es que no lo era.

El matrimonio de nuestros padres estaba roto desde que yo tenía conciencia, pero los problemas aparecieron realmente en el onceavo cumpleaños de mi hermana Veronica. Lo resumiré y os ahorraré los detalles desagradables: Ronnie acabo con un corte bastante feo en la espalda, y actualmente con una cicatriz bastante notable, debido a uno de los numeritos de papá. Un bonito regalo para una niña el día de su cumpleaños.

Nuestros padres eran el claro ejemplo de porqué los matrimonios de conveniencia nunca acaban bien. Se casaron por dinero y este mismo lo jodió todo.
Nuestros padres eran los dueños de una de las empresas más prósperas de Nueva York, a ambos les pertenecía por igual la empresa, o eso pensaba nuestra inocente y en ocasiones psicótica madre, hasta que a la hora de la verdad, por un mísero uno por ciento y una extensa lista de errores, se quedó de patitas en la calle, y con ella nos arrastró a Ronnie y a mí.

Y así, es cómo acabamos en medio de la nada, mi desquiciada madre, mi hermana pequeña y yo, escribiendo este maldito diario para canalizar mis problemas de ira.

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