Desidia

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El tiempo.

—¿Qué es el tiempo?

Recordo los días calidos de su niñez. Cuando tenía 7 años su padre y su madre le contaban tiernas historias, de príncipes y damiselas en peligro, de dragones aterradores. Todas siempre con final feliz.

Recordó sus vacaciones en la playa, haciendo castillos mágicos de arena, jugando hasta el atardecer. La bella y dulce Ines  con un bellisimo vestido floreado, perfumada con rosas, cortaba tarta de frutas y servia jugo de arándanos. Su padre estaba tirado en el piso, reía  jugando  con Ana, clara y él.

Su padre era un hombre robusto, alto, pálido, de aspecto gentil y jocoso, siempre caminaba parsimonioso por el jardín, regando las flores, hablando con los pajaros. Era un excelente carpintero, construyó para sus hijos una casa de té, un tobogan y tres hamacas.

Era un padre amoroso, presente en cada momento. Siempre atento a cada detalle. Solía recordar el olor a lavanda de el perfume de su padre, su impecable delantal blanco, camisa perfectamente almidonada, pantalones grises y zapatos marrones claros, muy pulcro. Era jefe de medicos, en el hospital del pueblo.

Cuando Oliver se graduó, Arturo, su padre, llegó apresurado a buscarlo y lo vió con Emilia abrazado... Lo miro, ese día algo cambio en su mirada. El hombre se dio media vuelta y se fue...

El día después de su graduación, Oliver llegó amanecido, vió un cartel que decia felicidades  y globos en la puerta de entrada.  Cuando ingreso a su casa, la mesa estaba llenos de ricos manjares y sus hermanas bajaron llorando a  abrazarlo
—¿Qué pasa? ¿Y mamá?—Preguntó por su madre— ¡Mamá, mamá!  —Oliver gritó.

Su madre salio fria, distante, temblorosa, lo miro y le dijo:

—Papá tuvo un accidente, esta en el hospital...

 Oliver se puso eufórico y desconsolado, salió corriendo. Corrió 8 cuadras que parecian nunca terminarse. Sin aliento entró por la guardia y empezó a gritar.

—¡Arturo! ¡Papá!

La Dra. Galíndez, encargada de guardia, salio, lo rodeo con sus brazos, lo miro a los ojos y le dijo:

—No pudimos hacer nada, perdimos a un ser execional, lo siento mucho.

Oliver cayó de rodillas, sintio que su alma se desconectaba de este mundo, su protector, su heroe, el ser mas respetuoso, honesto, honorable... Ahora, su héroe no estaba más.

  [...]

Llegó la hora más triste de su vida, estaba parado sobre el lecho de tierra que cobija a su padre, una lápida que dice "Dr. Arturo J. Cruz, ciudadano ejemplar, amado esposo, padre amoroso".

Dejó una rosa blanca sobre la tumba, tomó su mochila y se fue rumbo a la ciudad, abandonando  su paraíso, donde atesoraba su infancia de recuerdos felices...

Inapropiada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora