Nada es imposible.
Excepto evitar lo inevitable.
No puede desaparecer lo desaparecido.
En este mundo azul, nada dura para siempre.
Lo único que permanece es aquello incapaz de desaparecer.
Aquello que te encierra en algun lugar de tu obscuro pasado. Solo.
Son inquebrantables estas leyes naturales, no desaparecen, al igual que la vida misma.
He aquí, la historia de aquella persona que rompió estas leyes. Las reglas y normas de este mundo. Un ser tan insignificante, del que ni siquiera te habrías percatado, al que ni siquiera la muerte misma lo detuvo.
Esto es...-
" ¿Uh?"
(¿Como...?¿Donde...?¿que...?)
(¿Quien... soy?)
(Mi... Mi nombre... Hi... ¿Hiroshi?)
(¿Estoy en... el cielo?)
" Duele..."
(Jamás creí que en el cielo... sentiría dolor)
(Eso quiere decir que... ¿no es el cielo?)
(Mi cabeza... Duele...)
*Gahah*
(No puedo recordar...)
En este lugar, no sería raro confundirse con el cielo. Un lugar cálido en medio de un bosque lleno de arboles verdes rebosantes de vida. Entre las hojas de los arboles baja la luz de la mañana, creando varias escaleras de ángel. Una vista magnifica.
(¿Puedo... moverme? No siento mis piernas)
*cough cough*
"... Supongo que aún puedo moverme..."
(Hah... lo primero es averiguar que es este lug...)
*cough cough*
(¿Sangre...?)
Con un sonido de *Thump* volvió a caer al suelo. Logró levantar un poco la cara, solo para ver que todo se estaba poniendo borroso.
Dirigió su vista debajo de el por un momento, solo para encontrar un gran rio rojo
Y al final de su borrosa vista, había una figura humana. El desenfoque de sus ojos no le permitían ver como era. Solo vio un mechón color amarillo, tan brillante que podría dejarte ciego, y tan cálido que parecía envolver tu cuerpo, mientra volvía a quedar inconsciente.
"... Un techo nuevo ¿eh?"
Justo como dijo Hiroshi, este lugar parecía ser una casa. Aunque no la conocía, no podía descartar que lo anterior fue un sueño.
Sin embargo, al ver su cuerpo, lleno de vendajes tanto que apenas se veía su piel, decidió aceptar ese hecho.
Levantó su cabeza, para ver un espejo. Ahí se reflejaba él, era la primera vez que vio su apariencia desde que perdió la memoria.
Era un hombre joven, de cabello negro y ojos café, que parecía medir alrededor de 170 cm y estar en sus 16-17 años.
Poco a poco se levantó, con cuidado de no reabrir sus heridas. Al acercarse a la puerta, justo antes de colocar su mano sobre el pomo de la robusta puerta de madera, se oyó un crujido.
La puerta se estaba abriendo, y se acercaba un pequeño mechón del cabello que encontró en aquel bosque. Ese brillante cabello, de un color tan vívido que cualquiera lo envidiaría.
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En Busca De Los Recuerdos
PertualanganUn chico que no recuerda quien es ni donde vive, emprende una aventura para descubrir que le sucedió en este nuevo mundo fantástico.