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Por primera vez retiro este sentimiento que se esconde en mi pecho,
lo pongo dentro de una botella
y lo arrojo al océano.

No sabría si alguien lograse leerlo,
pero el hecho de sacarlo de mi basta.

Terminaría en un isla
o hundiéndose en lo más profundo del océano,
como si fuera un náufrago
con cada palabra de un corazón roto
y más que una lágrima derramada por terquedad,
con cada beso desperdiciado
y millones de canciones románticas
tiradas a la basura.
Porque un amor tan egoísta acabó con mis sueños,
me dejó sola escribiendo versos
y dibujando cada detalle de su cuerpo.

Le pido ayuda al cielo porque no sé controlar algunas veces lo que siento,
destruyó mi corazón
y no quiero volver nunca al abismo
del que me costó salir.

Un amor como el que me entregó no merece ser llamado amor,
solo generó lluvia amarga que caía sin cesar sobre mis mejillas
y millones de tormentas dónde me dejó el bote, más no los remos.

Durante tiempo estuve siendo esclava al apego,
a su insolencia y su egocentrismo inagotable.
Pero un día entendí que estaba hecho de mentiras
y lleno de promesa rotas.
Porque nada le hacía más hombre
o más altivo que gritar
y romper cosas.

Ya no hay más gritos,
ya no hay lágrimas,
tampoco quedan moretones.

Pero quedan recuerdos que te marcan,
y yo hoy suelto cada uno en esta botella
y la lanzo al océano
con las esperanzas de que nunca más vuelvan.



Me convertí en una nube grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora