Tacea la notte placida

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Sinopsis: Jotaro sueña todas las noches con un joven pelirrojo que canta suaves melodías, hasta que un día, aparece en su vida.
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El primer día en su nueva escuela parecía ser el típico día en que tenía que presentarse y en donde todos se acercarían a él después para hacerle preguntas sobre quien era y si había estado en la cárcel, no es que su estatura o llevar el uniforme personalizado, o su cara de pocos amigos. Poco le importaban que pensaban de él los demás, o relacionarse con alguien, sin embargo, al entrar al recinto colmado de estudiantes, el intenso sol cayendo por la ventana lo convenció de que era su día de suerte.

Ahí estaba él. Era el mismo joven que aparecía en sus sueños, tenía el mismo mechón de cabello rebelde cayéndole por el rostro, los mismos aretes de cereza, brillantes orbes violetas y la melena roja. ¡Era él! La luz solo enmarcaba el color rojizo de su pelo, dándole un aspecto divino, tal y como lo recordaba, salvo que en su memoria, era la luna y no el sol quien enmarcaba aquella figura.

Aquel cuya identidad no conocía, aparecía solamente en sus sueños y la primera vez que apareció en su mundo onírico tuvo una extraña sensación, entre paz e infinita mezcolanza. En su sueño, Jotaro caminaba a través de un laberinto lleno de trampas, pero guiado por la hermosa voz lograba encontrar la salida, y ahí él, estaba esperándole aquel joven, ofreciéndole sonrisas traviesas. El extraño tenía una voz dulce de timbre metálico, cuyas ágiles notas sonaban al canturreo de un ave, como si de un ángel se tratara, no supo reconocer si vestía como un príncipe, pero después de investigar supo lo que era: un trovador. No sabía su nombre, pero lo conoció a través de sus melancólicos versos, de su mirada afligida, de su voz inmaculada. Para Jotaro, los versos del desconocido trovador hablaban de un amor que ya no existía en sus tiempos, con un lenguaje que no se entendía, sino con el alma, de amores que embriagaban, que lastimaban, y que regocijaban.

Por eso, en cuanto lo vio, hizo todo lo posible para escucharle, asegurarse que era él, ¿podría ser el destino tan cruel que se tratara solamente de una casualidad, una jugarreta de su imaginación? A lo mejor sí, probablemente no, ¿Quién aseguraba que en realidad no era sino lo que estaba escrito y tenía que ser? Nadie. La única forma era acercarse a él y averiguarlo.

Con el corazón estrujado por la velocidad de los latidos que le provocaba el solo verlo, se inventó que nevesitaba que le mostraran la escuela. 《Quizá fui muy rudo》 pensó, pues la reacción del pelirrojo parecía a que había accedido por temor a ser dañado o reprendido. Descubrió no solamente que tenía la misma voz que hacía que su corazón revoloteara de alegría, sino que también su mirada tenía ese aire a nostalgia. 《Parece alguien solitario, como yo, fue su pensamiento. ¿Que pasaba si de repente ya no quería estar solo? Decidió que se pasaría el tiempo libre con él, aunque fuesen solo largos silencios ininterrumpidos donde comían, iban o regresaban a casa. Esperaba pacientemente el día en que lograra oir su voz entonar aquellas canciones que en sus sueños aparecían, porque Jotaro nunca dejó de soñar con él. En sus sueños, lo amaba y era correspondido. En sus sueños, ambos cantaban y bailaban flotando sobre las nubes, esas ideas le provocaban una vergüenza absoluta, pues nadie imaginaría que el chico de aspecto mas rudo fuera tan cursi, todo a causa de aquel trovador que ahora tenía nombre.

Mientras más tiempo compartían más se preguntaba la posibilidad de que estuvieran juntos, en la vida real y no en el mundo onírico. Jotaro supo la respuesta el día que pasó a tocar a la puerta de Noriaki Kakyoin, el nombre del trovador de sus sueños.
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Notas: Sip, es continuación del anterior, ¿a que creyeron que lo iba a dejar con ese final triste? Pues no hehe, le hice una continuación pequeñita con final feliz. Gracias por leer. 

Camino de música [Jotaro x Kakyoin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora