Tengo un problema

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Tenía un problema, uno que se hacía más grande y amenazaba con dañar a sus seres queridos o quizá… a toda la ciudad.

Su hermano estaba cada vez más fuera de control, que ingenuo había sido creyendo que entrando a la universidad se iban a corregir sus malos hábitos por arte de magia. Había funcionado por un tiempo, sin embargo, después de un accidente en el que su tía falleció, Hiro se descarriló como nunca antes.

Hubo un momento en su vida donde creyó que la ciencia tenía todas las respuestas, pero ahora se daba cuenta que el conocimiento sin un enfoque en concreto podía ser terrible.

Obsesión… para obtener resultados que valgan la pena es necesario obsesionarse con algo, obsesionarse con crear un robot capaz de ayudar a las personas, que tenga la habilidad de atender enfermedades y heridas, que quizá… de haber existido en su momento, hubiera podido salvar a sus padres.

Definitivamente la obsesión por su proyecto había dado frutos, Baymax trabajaba mejor que nunca y casi todas las funcionalidades nuevas estaban integradas, sin duda alguna tenía un prototipo con el que ya se encontraba satisfecho, pero, ¿Cuál fue el precio que pagó para llegar hasta ese punto?

Estaba seguro de que Hiro empezó a portarse mal para llamar su atención, para comprobar sus límites, ¿Qué tanto ignoró los comportamientos de su hermano cuando hacía algo malo? ¿Era ya demasiado tarde? Miró hacia el techo de su habitación— Mamá, papá… perdón.

Decidió hace tiempo crear un pequeño robot espía, no era nada particularmente complejo, tenía forma y tamaño de una libélula, poseía una cámara frontal y era capaz de volar, quizá lo que más le costó fue hacerlo funcionar por control remoto a una muy larga distancia sin que perdiera conexión al entrar en algún edificio o alcantarilla, ni si quiera tenía un nombre oficial, pero le gustaba llamarlo “Copito”.

Copito fue creado para espiar a Hiro cuando esté salía de casa a buscar problemas. Al principio lo utilizó para salvar a su hermano cuando el asunto se le complicaba de más, pero era obvio que él ya no necesitaba ayuda. Lejos de aliviarlo, esto a veces le quitaba el sueño en las noches. Se había vuelto más eficiente, tenía más herramientas, era más calculador y ya hasta contaba con planes de respaldo en caso de que todo fallara, ¿Cómo se le puede obligar a alguien a no meterse en problemas y a respetar la ley si claramente tenía el poder de salirse con la suya?

El menor se había encaprichado con cierta zona de la ciudad. Era un lugar que se había podrido lentamente hace tiempo. Las calles en su mayoría vacías eran rondadas por asaltantes y contrabandistas, se encontraba repleto de edificios vacíos y era el sitio perfecto para hacer negocios sucios.

Se puso los lentes que conectaban con la visión de su espía, mediante comandos de voz le ordenó posicionarse cerca de un callejón con vista a un almacén donde sabía que llegaría su hermano y se puso a esperar.

Al cabo de una hora empezó a ver movimiento, está vez era diferente, pudo notarlo desde que vio los autos elegantes, estos no eran los típicos drogadictos que te encuentras en una esquina, está gente era peligrosa. Hiro había aumentado la apuesta.

—Esto está mal — dijó mientras ordenaba a Copito entrar a un almacén cercano. Pudo ver cajas de madera bastante grandes, y unos tipos fornidos tratando de abrir una.

En total eran como ocho matones y dos hombres de traje. Haciendo zoom al rostro de los últimos pudo notar que tenían unas venas notoriamente prominentes que bajaban desde sus ojos hasta sus cuellos, sin lugar a duda eran personas con implantes cibernéticos.

Terminaron de abrir una de las cajas, entre la oscuridad se asomaba lo que parecía ser un robot. Se asemejaba a los cocodrilos pero éste era más estilizado. Su cuerpo estaba cubierto por picos, al observar bien parecían taladros, casi podía asegurar que estaban diseñados para causar el mayor daño posible a una estructura.

Pedacitos de Obsesión (Higuel V Tadaguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora