Capitulo Cuatro

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Cierro las maletas con mis cosas ya guardadas mientras empiezo a abrir cada correo lo cuales contienen un efecto negativo en mí, uno muy malo por cierto. Bufo cuando al abrir otro de los correos trata de lo mismo, es como si solo yo fuera la única en el centro para realizar todos esos trabajos.

Está bien, dije que cuando regresara trabajaría el doble de lo usual, pero esto definitivamente no es el doble de pedidos sino más bien el triple.

Otro correo llega y es la gota que derrama el vaso porque automáticamente tomo dicho teléfono y realizo la llamada que estuve tratando de evitar por las próximas cuatro horas.

Imagino que llamas por los correos ¿Cierto? —contestó una voz masculina del otro lado de la línea, tomé asiento en la cama mientras mis ojos se pasean entre las cuatro paredes.

La mirada de Molly pasa de mí unos segundos antes de seguir con su función.

—Me alegra saber que eres muy intuitivo en estos casos —traté de que mi voz saliera tranquila y al parecer que lo logré puesto que este rió levemente— ¿Por qué tengo tantos correos de pedidos? Creo que te había pedido dos días de ausencia no un mes, esto es exagerado.

Otra vez ríe, pero no contestó de una vez puesto que se escuchaba mucho ruido del otro lado. Hasta que logró hablar con claridad.

Sabía que llamarías por eso, en realidad esos pedidos te los envío de ante mano para que vayas teniendo idea de cómo hacerlo, esas piezas no son en estos momentos, algunas son para dentro de un mes o algunas semanas —contestó Franchel con tranquilidad no pude evitar sentir un pequeño alivio a escuchar eso—, al no trabajar estos dos días decidí enviártelo como también hice con Elena. Creo que son las favoritas de algunos.

Me alagó pero mi pensamiento rápidamente fueron directo a Elena.

— ¿Ella también recibió?

Sí, casi la misma cantidad que tú, creo que pronto ambas terminaran superándome —una sonrisa se formó en mi rostro al escuchar la noticia—, parece que ya lo intuía porque ha estado muy feliz desde ayer.

— ¿Y tú no lo estás? —pregunté con intención, si Elena había conseguido hacer lo que le sugerí, supongo que en estos dos días lo habían pasado juntos.

Al menos esperaba que hubieran interactuado sin ninguna formalidad de por medio.

Claro, estoy feliz por las dos, se lo merecen —dijo sin entender mi pregunta.

Miré al techo de la habitación y largué un ruidoso bostezo para no revelar lo que realmente había provocado dicha felicidad. El me preguntó si estoy cansada, por lo que mentí afirmando mi retorno de mañana al trabajo antes de despedirme.

Estuve a punto de enviarle un mensaje a Elena para cotillear, cuando la puerta se abrió con fuerza mostrándome a un sonriente Yude. Este cerró la puerta esta vez con delicadeza al notar el susto que había provocado en Molly mientras se disculpaba, pero dicha disculpa no duró mucho cuando acto seguido corrió hacia donde me encontraba y se lanzaba encima de mí.

Sus brazos me rodearon el cuello con fuerza por lo que intenté apartarlo, pero no fue necesario cuando de pronto tan rápido como me había abrazado también me había soltado. Lo miré esperando a que hiciese alguna travesura pero en su lugar se dejó caer a mí lado, mirando al igual que yo el techo.

Nos quedamos unos segundos callados sin dejar de mirar el techo. En uno de esos momentos logré escuchar el sonido de la puerta pero no tuve que mirar para saber que Molly se había retirado, así que aprovechando de aquella privacidad decidí romper el silencio.

El príncipe que era feo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora