Mis ojos se sienten pesados al igual todo mi cuerpo. Quiero dormir, pero a la vez no.
¿Cuándo fue que llegué a casa?
¿En qué momento me quedé dormida?
Todo se siente lejano, mis pensamientos no son coherentes y mis recuerdos son difusos.
¿Realmente estoy soñando?
Toques se sienten en mi rostro, pero no puedo abrir los ojos. No quiero abrirlos, pero a la vez sí.
Liana
Liana
Alguien me llama, pero ¿Quién?
Liana
Un fuerte olor me aturde.
Liana
Un grito, lo escucho. Es Elena y es el mio.
Una voz y luego...
Mis ojos se abren de golpe y no puedo evitar toser. Lo hago y toso hasta que lagrimas se deslizan por mi rostro y mi respiración se siente forzada, creando una fuerte presión en mi pecho que trato de calmar colocando una mano en esta.
Noto que me encuentro sobre una cama pero no recuerdo haber llegado a esta. Levanto la mirada dando un repaso a las cuatro paredes que me rodean.
Parece un lugar bastante antiguo, sus paredes están hechos de adobe, lo que le da un aspecto rustico a diferencia del suelo que se encuentra más encerado y liso. La habitación se encuentra prácticamente vacía a excepción de dos camas lo suficientemente grande para ocupar todo el espacio del lugar y a la vez bastante separadas la una de la otra para saber si alguien más está en ellas. A lado de las camas se hay dos mesitas de noche adornadas cada una con una lámpara y a una esquina de la mesas se encuentra una puerta que supongo ha de ser el baño. Miro al frente de la cama en la que estoy encontrando una enorme puerta de roble cerrada.
Me pongo de pies pero tengo que volver a tomar asiento al sentir un fuerte mareo. Agarro mi cabeza y cierro los ojos esperando que el mareo pase, así que mientras me mantengo en esta posición, los recuerdos de la noche anterior llegan abruptamente a mi cabeza haciendo que el dolor sea más insoportable.
Cuando el mareo ha pasado un poco, con esfuerzo me pongo de pies y camino hacia la otra cama sorprendiéndome en el proceso al encontrar a una inconsciente Elena en esta. Tomo asiento y empiezo a sacudirla tratando de despertarla y aunque al principio parece funcional esta se voltea dándome la espalda y gruñéndome en su lugar.
Genial —pienso.
Me levanto y camino hacia la puerta de la esquina aun con una mano en la cabeza por los leves mareos que pasan por minutos. Cuando la abro tal como pensé, se trata de un pequeño baño. Miro a los alrededores del pequeño lugar y en un rincón cerca del lavamanos doy con lo que buscaba. Tomo una pequeña cubeta y me acerco al lavamanos donde por suerte hay agua así que recordando muchas escenas de películas camino hacia Elena y con una supuesta suavidad le lanzo el agua haciéndola sobresaltar.
— ¿Qué demo...? —esta empieza a gritar pero se interrumpe colocando ambas manos en su cabeza— ¿Por qué hiciste eso?
Dejo la cubeta en el suelo y espero a que el dolor se le pase un poco. Me tenso cuando del otro lado de la enorme puerta se escucha la voz de un hombre.
— ¿No pudiste ser más suave? —mira a los alrededores empezando a fruncir el ceño— ¿Dónde estamos? No recuerdo nada.
—Lamento no despertarte como la bella durmiente pero no tenemos tiempo para eso —camino hacia la mesita al lado de su cama y tomo la lámpara que se encuentra sobre esta—. Contestando a tu pregunta, no sé dónde estamos y tampoco me quiero quedar a esperar.
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El príncipe que era feo ©
RomantizmHace mucho, mucho tiempo, pero no tanto, existió un príncipe que era tan feo pero tan feo que era la burla de su propio país. No todos los cuentos tienen al príncipe que todas soñamos; ojos azules como el zafiro, cabello rubio como el sol y una son...