Huracán

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Ella estaba desorientada
y apareció él, con sus ojos de huracán.

Unos ojos que no dejaban igual a nadie. Decían todo lo que no le dijo su boca.

Bajo la mirada, a la base del huracán.
Allí estaba ella. La mejor sonrisa que pudo ver. Cada risa era como oxígeno para sus pulmones.

De repente, tomó el control.
Se cogieron de la mano y ya no volvió a sentir otra cosa distinta a la felicidad.

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