Control | Reddie

¿Qué pasó después?

Richie despertó soltando un jadeo y bañado en sudor, respiró agitadamente y pasó ambas manos por su rostro.

Jodida mierda, una pesadilla

Se levantó molesto, aún era temprano sin embargo ya no podría dormir, estaba de mal humor pues su sueño -húmedo por supuesto- con cierto castaño había sido interrumpido por unas imágenes escalofriantes, el mismo castaño tirado en el suelo, justo frente a él y sujetado por un asqueroso payaso, eran recuerdos.
Recuerdos de aquel verano de hace cinco años, cuando le patearon el trasero a ese ridículo payaso, pero esta vez su recuerdo había sido modificado, esta vez no llegaban a tiempo, esta vez el cuello del castaño estaba cubierto de sangre y con una evidente marca de mordida en el.

Tembló de solo recordarlo, jamás se hubiera perdonado si algo así hubiera pasado, después de todo aún se sentía culpable con respecto al brazo roto del pequeño.

Vestido con unos jeans gastados y su ridícula pero típica camiseta de colores llamativos, salió de su casa, tomó su bicicleta y emprendió su aburrido viaje hasta la escuela.

No habían cambiado muchas cosas luego de ese incidente, Bev se había marchado de Derry días después, el gordinflón de Ben había dejado de ser una rata de biblioteca y Richie juraría haberlo visto correr por las calles a altas horas de la madrugada. Stan no había cambiado mucho, excepto que su padre ahora lo obligaba a usar horrendos trajes de vestir para cualquier situación, incluso para la escuela, bueno, de Mike no sabía mucho pues lo veían poco, el tartaja seguía exactamente igual, con ese abrumador espíritu de líder y ese tartamudeo de por medio, si, era divertido molestarlo.

Oh y no olvidemos a Eddie, el pequeñín había cambiado mucho, para bien si le preguntan a Richie, su cabello lacio había crecido un poco y unas pequeñas pecas habían comenzado a invadir sus mejillas a mediados del año anterior, aunque no es como si Richie las hubiera notado, pero por supuesto que seguía siendo un "amargado" de primera, el niño placebo seguía siendo tan complicado y dramático como siempre.

Era perfecto ante los ojos de Richie.

Pero por supuesto que ese sería su pequeño secreto, aquel que se llevaría a la tumba, después de todo no podría ir por ahí divulgando lo que el castaño le hacía sentir, mucho menos los sueños húmedos que había comenzado a tener a los catorce años, cuando accidentalmente su entrepierna rozó el trasero del menor, oh eso había sido tan vergonzoso, estaban en una fila para el cine junto a los perdedores y solamente pudo correr al baño a masturbarse por primera vez con la imagen del castañito en su mente.

—¡Gran Bill!—Exclamó a manera de saludo mientras acomodaba su bicicleta, el mencionado levantó su mano.

—Hola Ri-Richie—Devolvió el saludo—¿Ti-tienes p-planes pa-para hoy?—El azabache llevó una mano hasta su mentón y fingió pensar.

—Probablemente, ya sabes que cualquiera mataría para estar con esta belleza—Sonrió coqueto y Bill soló rodó los ojos, nada cambiaba en Richie Tozier.

—Eres un i-idiota—Richie fingió ofenderse y llevó una mano a su pecho—N-nadie s-sal-saldría contigo, n-no con lo ho-horrenda que es t-tu cara—Se mofó el tartamudo, entonces el rulozo se rió.

—¿Y quién dice que hablaba de mi cara?—Levantó una ceja de manera sugerente mientras agarraba descaradamente su entrepierna—Esto es un imán para chicas—

—Oh por Dios, Richie. Apenas son las siete y ya comenzaste con tus estúpidas bromas—Ambos se giraron al reconocer la voz de Eddie, quien se encontraba acomodando su bicicleta—Eres tan desagradable—Hizo una mueca de asco y obligó al mayor a retirar su mano de su entrepierna, eso era algo de mal gusto y obsceno para él.