19. Acordes a destiempo

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Las cosas estaban raras, ¿viste? Era como vivir conmigo mismo imaginándome ser otra persona; porque el que siempre había sido era el hijo de mis propios abuelos, el que era ahora era un bicho raro, algo diferente, algo que todo el mundo creía una cosa, pero era otra, y se asumía a sí mismo a partir de la imagen que los demás esperaban que fuera. Un poquito como cada artista, ¿no?

Además estaba lo de Sol: Soledad desde ahora no iba a ser más mi doctora. Necesitaba un médico nuevo, necesitaba acomodar nuestras vidas y empezar a vivirla a ella como se vive a una novia, y no tenía gran experiencia en eso. Se dice que es más o menos como amar a una persona sin ataduras, algo un poco nuevo para mí que viví atado a relaciones de dependencias durante años.

Esto, después de todo, es nuevo también para ella, porque las veces que se ató a alguien también hubo una sensación hiriente de dependencia, de lazos rotos, de que las otras personas terminaran pidiéndole perdón y ella tuviera que sostener, guiar, curar.

Y la libertad no es posible entre tantas dependencias, la libertad es eso de poder cometer mutuamente los mismos aciertos y errores. Si toda la vida la gente tuvo que pedirle perdón a mi Solcito, no fue sólo porque ella es muy cuidadosa para con los sentimientos ajenos, sino porque nunca tuvo la libertad de estar con una persona con el pleno egoísmo de buscar su propia felicidad. Macarena, Mads, esa familia con la cual no tiene ni la confianza de contarles de su rompimiento con un novio infiel... tantos vínculos dañinos acompañados de una obligación.

Sol amó sin libertad, amó como pudo; amó como yo.

—Decile a tu enfermerita que si necesita empezar a trabajar en algún hospital, yo tengo un conocido que es doctor y es groso —dijo René en medio de una partida de ping pong en la cual venía ganando—, seguro le puede encontrar un espacio.

—¿Y se puede saber de dónde conoces vos a un médico?

Frenó en seco perdiendo sin afligirse por regalarme el punto, confiada, quizás, en venir tan arriba que ya prácticamente tenía la partida ganada.

—¿Qué pasa, Gorrión, te pensás que voy a andar con uno de esos doctores raros que venden píldoras ilegales?

—No... bueno, no sé; pero Sol, que es médica y no enfermera, todavía no tiene validado el título en este país, así que no creo que la dejen ejercer. Gracias por la oferta.

—En una clínica privada dejan a cualquiera, vos preguntale y no te hagas drama. No lo conozco a él, conozco al hijo que es mi mecánico.

—¡Fua!, ¿tan buen trato ibas a tener con tu mecánico que hasta te cuenta de la familia y le podés pedir favores?

—Es que... es mecánico.

—¿Y?

—Me embadurnó en aceite.

La Clave de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora