Los pastores Menalcas y Mopso celebran en magníficos versos a Dafnis; el primero llora su muerte y el segundo canta su apoteosis.
(Menalcas. Mopso)
MENALCAS
¿Por qué, ¡oh Mopso!, ya que ambos somos hábiles, tú en tañer el leve caramillo y yo en cantar versos, no nos sentamos aquí, entre estos olmos enlazados con avellanos?
MOPSO
Mayor eres que yo, y justo es, Menalcas, que yo te obedezca, bien nos sentemos bajo las movibles sombras que cambian con los céfiros, o mejor en aquella cueva; mira cómo esparce por ella la vid silvestre sus escasos racimos.
MENALCAS
Solo Amintas en nuestras montañas es capaz de competir contigo.
MOPSO
¿Qué conmigo? Al mismo Apolo presume él aventajar en el canto.
MENALCAS
Empieza, Mopso, el primero, y canta, si de ellos sabes, los amores de Filis, los loores de Alcón o el combate de Codro. Empieza; Títiro nos apacentará los cabritos.
MOPSO
Mas bien probaré a cantar estos versos, que escribí poco ha en la corteza de una verde haya a medida que los iba entonando, y haz que venga luego Amintas a competir conmigo.
MENALCAS
Cuanto es inferior el flexible sauce al pálido olivo, cuanto lo es el humilde espliego a los purpúreos rosales, tanto, en mi sentir, te es inferior Amintas.
MOPSO
Mancebo, no digas mas; ya hemos llegado a la cueva.
Lloraban las Ninfas a Dafnis, muerto de cruel manera: testigos de su llanto fuisteis vosotros, ¡oh avellanos y oh ríos!, cuando, abrazada al mísero cuerpo de su hijo, la madre llamaba crueles a los dioses y a los astros. ¡oh Dafnis!, ningún zagal en aquellos días llevó a abrevar sus ya apacentados bueyes a los frescos ríos, ninguna res bebió en las corrientes ni rumió la grama de los prados. Los agrestes montes y las selvas repiten que hasta los leones africanos, ¡oh Dafnis!, lloraron tu muerte. Dafnis nos enseñó a uncir al carro los tigres armenios, Dafnis a celebrar las fiestas de Baco y a entretejer los flexibles tirsos con blandas hojas. Como la vid es gala de los árboles, la uva de las vides; como los toros son la de los rebaños y las mieses la de los pingües sembrados, tú eras la gala de los tuyos; desde que te arrebataron los Hados, la misma Pales, el mismo Apolo, han abandonado nuestros campos. Muchas veces en los surcos en que sembramos robusto grano solo nacen miserable cizaña y avenas locas; en vez de la blanda viola, en vez del purpúreo narciso, brotan el cardo y el punzante espino. ¡Oh pastores!, esparcid hojas por la tierra, cubrid de sombras las fuentes; Dafnis quiere que se le rinda este tributo, y labrad un túmulo y poned en él esta inscripción: "Yo soy Dafnis, conocido en estas selvas, de donde llegó mi fama hasta los astros, de hermosa grey pastor mas hermoso todavía."
MENALCAS
Tu canto ha sido para mí, ¡oh divino poeta!, cual el sueño sobre la hierba para el que va fatigado, cual el agua dulce de un manantial para el que en ella apaga la sed en el estío. Ni solo en tañer el caramillo, mas también en la voz igualas a tu maestro, ¡oh afortunado mancebo!, igual a él serás tú. Yo entre tanto, a mi vez, cantaré como pueda mis versos y levantaré a tu Dafnis hasta el cielo. Hasta el cielo le levantaré; que también a mí me quería Dafnis.
MOPSO
¿Y cual don hay mayor que ése para mí? Digno es el mancebo de que tú cantes, y ya hace tiempo que me elogió Stimicón esos tus versos.
Maravillado contempla Dafnis radiante de blanca luz las para él desconocidas puertas del Olimpo y mira bajo sus pies las nubes y las estrellas; por eso se regocijan las selvas, y los campos, y Pan, y los pastores, y las vírgenes Dríadas, y el lobo no hostiga el ganado, ni las redes tendidas ofrecen asechanzas a los ciervos; el buen Dafnis quiere para todos la paz. Hasta los fragosos montes alzan a las estrellas gritos de alborozo; las mismas rocas, los arbustos mismos prorrumpen en cánticos, repitiendo: Dafnis es un dios. Menalcas, sí, es un dios. ¡Oh!, sé bondadoso y propicio para los tuyos. Ve aquí cuatro altares; ve aquí dos para ti, ¡oh Dafnis!, y los otros dos para Febo. Cada año te consagraré dos copas llenas de espumosa leche recién ordeñada y otras dos del pingüe zumo de la oliva, y alegrando sobre todo los festines con el mucho beber, al amor de la lumbre, si en invierno, y a la sombra, si en verano, echaré con profusión en las copas los vinos del Arviso, nuevo néctar. Cantarán para mí Dametas y el licio Egón, y Alfesibeo remedará las danzas de los sátiros. Siempre te dedicaremos estas fiestas cuando tributemos a las Ninfas solemnes votos y purifiquemos los campos. Mientras los jabalíes moren en las cumbres de los montes y los peces en los ríos, mientras las abejas liben el tomillo y las cigarras el rocío, siempre vivirán entre nosotros tu gloria, tu nombre y tus loores. Como a Baco y a Ceres, así los labradores te ofrecerán sus votos todos los años, y tú, como ellos, los obligarás con tus favores a cumplirlos.
MOPSO
¿Con cuáles dones, con cuáles podré remunerar tales versos? Porque no me recrean tanto ni el fresco soplo del austro, ni el rumor de las playas batidas por las olas, ni el de los ríos que se deslizan por entre pedregosas cañadas.
MENALCAS
Lo primero te daré esta delicada flauta; ésta es la que me enseñó a cantar: "Coridón ardía de amor por el hermoso Alexis"; ella me enseñó también: "¿De quién es ese rebaño? ¡Es acaso de Melibeo?"
MOPSO
Pues toma tú, Menalcas, este cayado, vistoso con sus nudos iguales y guarnecido de acero. Muchas veces Antígenes me rogó que se lo diera, sin conseguirlo, y eso que bien merecía entonces inspirar amor.
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Eneida, Bucólicas y Geórgicas
AcakPublicada en Madrid en 1869, subo esta traducción en prosa de las obras de Virgilio por parte de Eugenio de Ochoa (1815-1872) escritor y crítico español. Además; inserto a manera de prólogos, estos estudios de su autoría que no desmerecen. Por ciert...