Caso I: Hijo

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La mujer estaba cansada de hacer lo que Sherlock le pedía, estaba segura que de su forma las cosas podían demorarse menos, pero el detective se negaba a hacerlo como ella sugería. Así que por ahora buscarían al hijo de Sean. 

–Abrí el departamento, un hombre que jamás había visto en mi vida entro y yo me fui lo más rápido que pude. –Sean Scarlet estaba contando con detalle como es que habían pasado las cosas realmente. –Nos encontramos en el edificio, así que no se de dónde venía o si es que andaba en auto o no... no se nada, lo siento. 

–No ayuda mucho. –Dijo ella, rodando los ojos y mirando a Sherlock inmediatamente después, quien con la mirada intentaba pedirle que se calmara. 

–No lo vi irse, pues deje el lugar antes. 

–¿Cómo era? –Preguntó el detective. 

–Alto y fuerte, como esos físicocultiristas, calvo y tenía los ojos negros... creo que tenía un tatuaje en el cuello, pero pude equivocarme. 

Rosalie abrió los ojos y luego los entrecerró. Su mente estaba algo dañada en ese periodo de tiempo, pero algo recordaba, vagas imágenes que iban y venían de su cerebro. Calvo y con un tatuaje, no podía equivocarse. Era uno de los idiotas que la habían golpeado. Tomó el hombro de Sherlock y lo arrastró más cerca de ella, para poder susurrarle lo que pensaba. 

–Supongo que está corto de personal. –Dijo Sherlock, asintiendo. –¿En que momento lo secuestraron? 

–Aquí, mientras dormía... No escuché nada. –Su voz se quebraba a momentos. 

Sherlock y Rosalie fueron a la habitación del niño. Un pequeño de unos doce años, bastante normal dentro de lo que se esperaba de su edad. La policía no tenía idea de esto, así que Sherlock se vió en la obligación de llamar a Lestrade, el cual fue bastante comprensivo cuando se le mencionó lo delicado del caso. Rosalie encontró algo bastante útil; al parecer el pequeño era fanático de la pintura, pues tenía pedazos de hojas pegadas en todas las paredes, y había algo de pintura en el piso. 

–La ventana. –Dijo ella, señalando el marco. –Hay una marca... –Sherlock apareció y acercó su vista al rastro de pintura. 

Los ojos del detective recorrieron todo el marco de la ventana y se asomaron por debajo. Tomó una fotografía de la marca que había quedado en la madera y salió de la casa, con la joven por detrás. El padre y su abogado los siguieron a una distancia prudente. Sherlock se acercó al suelo, observando la marca en el pasto. 

–Es un hombre alto... quizá de uno ochenta y cinco o un poco más. Pesa cerca de noventa kilos, y para nuestra surte no compra en retail. 

Rosalie levantó una ceja y medio sonrió. Extrañaba trabajar con alguien como Sherlock. No era tan divertido tener que explicarle todo a sus compañeros. Él único que más o menos seguía su ritmo era Tom, pero de todas formas se quedaba atrás en algunas cosas. Sherlock era más rápido que ella, eso era reconfortante en varios sentidos. 

–Son zapatos caros y viejos. –Añadió ella. –Seguramente los tuvo que reparar hace poco. –Apuntó una irregularidad en la marca que estaba en el suelo. 

Sherlock se levantó y tomó su teléfono unos segundos. No tardó en encontrar a los zapateros que podían reparar cuero, algo elegante y especial. Miró a la joven, que seguía observando el piso y la llamó para poder retirarse. Sean Scarlet corrió tras ellos con desesperación, no sabía que hacer mientras ellos buscaban a su hijo. 

–Sigue con tu papel. –Respondió Rosalie. –Llamaremos a la policía, te llevaran a la cárcel unos días, pero cuando encontremos al asesino saldrás. –Se encogió de hombros. 

Fugitiva (Sherlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora