Six.

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La luz del sol comenzaba a salir entre la oscuridad y la mañana había llegado. Era temprano. Demasiado. Mi cerebro no procesa bien las cosas hasta las doce de la tarde.

Me revolví en mi cama y entrecerré mis ojos, después pasé mis manos por mi cara. Levanté un poco mi cabeza y divisé la silueta de Joaquín delante de mí, él estaba de espaldas viendo por el gran ventanal mirando la ciudad. Debo admitir que su silueta parecía una escultura griega, sus cabellos chinos, su delgado cuello y su diminuta cintura que se veía gracias a uno de los crop tops que le había comprado. Tomé mi libreta de apuntes y decidí escribir esa magnifica escena que tenía delante de mis ojos.

—¿Qué haces despierto tan temprano, Joaco?— pregunté con voz ronca. Me levanté somnoliento y di un largo bostezo. Caminé hasta su lado. Él no despego su vista de enfrente ni un momento.

—Quería apreciar cómo se ve un amanecer— dijo casi en un susurro, con voz calma y suave. Como si temiera que el hablar desvaneciera toda la imagen delante de él. Sonreí para mis adentros. Sus ojos desprendían admiración, brillaban y los colores naranjas y rosados se veían reflejados. Se veía tan... puro.

—Y... ¿es lo que esperabas?— susurré de igual manera y enfoqué mi vista hacia enfrente.

—Es mucho mejor— respondió. Sonreí ligeramente de lado. Respiré profundo.

Mantuvimos el silencio durante quince minutos. Apreciamos los colores que yacían en el cielo formando una gamma de intensidad. Los rayos del sol naciente se dispersaban por las nubes, creando una imagen cálida y perfecta. Por este tipo de cosas es por las cuales la vida es tan bella.

Me giré a mirar a Joaquín. Su perfil es como una pintura. Cuando lo creé, lo hice pensando en un personaje, si no perfecto, bien algo que se asemejara mucho a la perfección.

Y vaya que lo hace.

[...]

Joaco llevó un bocado de fruta a su boca. Yo había preparado wafles, café y piqué un poco de fruta.

—Oye tranquilo, come más despacio, pareces un hámster o algo así— le dije y tomé de mi taza de café. Joaquín tomaba leche.

—Tanta cafeína te afectara— mencionó entre bocados ignorando mi comentario.

—Adoro el café, no puedo evitarlo

—Yo prefiero el té.— me dijo encogiéndose de hombros.

—Como sea

—No creas que no noté que no dejabas de mirarme hace rato—me miró socarrón

—Fue para meros fines de trabajo. Me gusta observarte, no lo niego— metí el tenedor a mi boca.

—Trabajo, ajá, como digas. Yo sé que soy hermoso pero me intimidas— colocó su puño en su mejilla, recargándose en su brazo, tomó una uva y me miró.

—¿Te intimido? — pregunté divertido.

—Eres imponente, ¿nunca te lo habían dicho?— yo negué— Pues ahora lo sabes

—Interesante... Me gusta que me hables con la verdad. Mucha gente no lo hace por temor a lo que piense, pero, por favor, soy la persona con la mente más abierta del mundo

—De eso no cabe duda— me sonrió.

—Me gusta cómo se te ve ese crop top— le dije. Era verdad. No creo que haya alguien más a quien se le vea tan bien como a él. Un poco de color se notó en sus mejillas, yo me reí.

—Sí, a mí también me gusta cómo se me ve— alzó una ceja— Además, ya te lo había dicho. Me gusta la NASA. Probablemente mi sueño frustrado es ser astronauta. Imagínate poder llegar a la luna, o a marte. En serio, dime, ¿Qué es más asombroso que el cielo estrellado?— Joaquín siendo Joaquín. He descubierto que su capacidad de asombro es inmensa y parece ser un optimista todo el tiempo. Parece simplemente amar la vida. Lo cual me parece fascinante.

¡No es real! →EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora