Huit.

3K 457 99
                                    

Habían pasado dos semanas y media desde que Joaquín apareció en mi vida. Por la mañana había quedado de verme con Diego en un lugar para desayunar. Me urgía hablar con él. Y por obvias razones me había encargado de dejar a Joaquín en el departamento viendo un maratón de  Say yes to the dress excusándome de que tenía una junta importante y él había odiado la junta pasada así que fue el plan perfecto.
Eran las nueve treinta y Diego aún no aparecía, nos habíamos citado justo a las nueve. Era importante que hablara con él. Necesitaba hacerlo. Diego era probablemente mi único buen amigo y si le contaba todo lo que estaba sucediendo conmigo (o casi todo, omitiría detalles) sería más fácil para mí.
Logré ver al chino entrar por la puerta, alcé una mano para que me viera y al final llegó hasta mí.

[...]

Diego había pedido un desayuno completo, mientras que yo pedí una taza de café que provocó un sentimiento extraño en mi interior.

—¿Qué es eso que querías decirme?— preguntó mientras tomaba de su jugo de naranja.

—Es... Complicado.— hablé despacio y fruncí un poco mis labios. Él juntó sus cejas y entrecerró sus ojos. (Sí, aún más)

—¿Está todo bien? ¿Pasó algo?— me miró con seriedad.

—Algo así...

—Vamos, Mailo, para qué tanto misterio, suéltalo de una vez.

—La cuestión es... Me gusta alguien.— Él pareció tomarlo como una broma hasta que vio que no había ni una pizca de juego en mi rostro.

—¿De verdad? ¿Tú? ¿El chico de solo-una-noche-en-la-habitación-de-huéspedes?

—Es... Extraño. Nunca pensé que tendría ese tipo de sentimientos. O al menos no tan pronto.

—Vaya, ¿Y quién es la afortunada?

—Afortunado.— lo corregí. La boca de Diego se abrió formando una perfecta O.

—Bueno y, ¿Quién es el afortunado?— hizo énfasis en la última sílaba.

—No lo conoces...

—¿Lo conoceré?— preguntó.

—No lo creo.— hice una mueca. La realidad es que me estaba enamorando de alguien que ni siquiera es real.

—¿Por?

—Mira, Diego... ¿Cómo podrías estar con alguien sin que te juzguen loco?

—Yo no te juzgo y mira que eres mi amigo Mailo...

—No...— lo interrumpí— no me refiero a eso. Es que— hundí mi cara en mis manos— ¡Dios mío, ¿Por qué es tan difícil? Simplemente es raro sentirme de esta manera. Es todo.— Diego me observó.

—Emilio, eres mi amigo y te quiero con toda el alma. Sólo déjate llevar. No es tan difícil.

—Lo sé... Escribo cosas, debería ser fácil para mí entender esto ¿No?

—El romance nunca ha Sido tu fuerte. — me sonrió. Yo reí escasamente.— Yo he conocido a una chica. Es fantástica. Algún día te la presentaré.

—Supongo que lo es— le sonreí.

—Oh, sí. Es asombrosa...— continuamos hablando por un buen rato hasta que nos despedimos y yo volví al apartamento. Había pensado seriamente en las palabras de Diego.

Al llegar me encontré a Joaquín en mi habitación, sentado abrazando sus piernas en el gran ventanal y mirando hacia fuera, en silencio, veía cómo la lluvia pegaba en al vidrio y se deslizaban las gotas hasta desparecer.
Me quedé en el umbral de la puerta recargado, admirándolo por unos momentos. Me acerqué hacía él.

¡No es real! →EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora