Neuf.

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Desde que Joaquín me dijo que quería vivir todas las experiencias humanas posibles, una idea se planteó en mi cabeza: Crear situaciones y ambientes agradables que lo hagan sentir que está viviendo como nunca.

Entonces hoy por la tarde tomé mi auto y puse en marcha mi plan. Joaquín iba del lado del copiloto.

—¿A dónde vamos?—me preguntó. Estaba mirándome, mientras se comía un muffin sabor banana. Su pañuelo color rojo alrededor de su cuello, y sus lentes blancos de pasta con diseño extravagante lo hacían ver como un verdadero ícono de la moda.

—Al supermercado— respondí

—¿Por?

—Porque el supermercado no se hace solo, Joaco. Y desde que llegaste la comida se acaba aún más rápido.

—Yo no tengo la culpa, estoy aquí por ti ¿Recuerdas?— me dijo. Lo miré de reojo y sonreí de lado. Volví mi vista al frente. Él comenzó a manipular el stereo del auto cambiando de estación cada segundo.

—El punto de sintonizar  una estación es para escucharla— apunté sin mirarlo. Entonces escuché una canción que me agradaba y le quité la mano de la radio para dejarme escuchar.

—¡Oye!— se quejó

—Quiero escuchar esta canción— le dije

—Bueno pero después escuchamos a Ariana Grande— hizo un ligero puchero y levantó el dedo índice.

El resto del camino escuchamos a Ariana Grande.

[...]

—Joaquín ya te dije que no compraré una caja de pastelillos de chocolate sólo porque sí.— Saqué la caja y la puse de nuevo en su lugar.

—No es porque sí. Es porque necesito alimentos— la puso de nuevo sobre el carrito.

—Esto no es alimento— la saqué

—¿Y entonces qué es? ¿un auto?— la volvió a colocar. Respiré exasperado. Iba a responderle pero me percaté que al final del pasillo un señora me miraba, horrorizada. Claro. Siempre parezco un loco hablando solo.

Sonreí forzadamente y alcé una mano, intentando saludarla. La señora huyó con su carrito al siguiente pasillo.

—Llevaremos pastelillos, pero no una caja entera— le dije y cambié una bolsa por la caja. Él sonrió de lado a lado.

Continuamos caminando por el largo pasillo mientras yo veía con tranquilidad cada uno de los productos. También me aseguraba de comprar lo necesario para mi sorpresa de esta noche.

—¿Puedo preguntarte algo?— me dijo

—Ya lo hiciste

—No seas tonto, otra pregunta— yo reí

—Claro que puedes, adelante. Dispara.

—¿A dónde fuiste aquella noche que me dejaste en el departamento?— Mordí un poco mi labio. Decirlo me causaba conflicto. Nadie sabía de aquello y me daba vergüenza admitirlo.— Si no quieres decirme esta bien...

—No, no... No importa. Te lo diré. Es sólo que creí que no te darías cuenta— susurré—  Desde que sucedió lo de mi hermana, he estado yendo a terapia. Normalmente me recuperó y después tengo recaídas. Mis ataques ansiedad se presentan en forma de pesadillas por lo regular. Es por eso que cuando te vi por primera vez creí que me estaba volviendo loco. Pensé que probablemente estaba empeorando. Aunque... no lo sé— Aún no sabía a lo que me llevaría todo esto. Joaquín me escuchaba atento.

—Yo nunca he presenciado una de tus pesadillas...

—Desde que llegaste no he tenido ninguna.

¡No es real! →EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora