La habitación estaría a oscuras sino fuera por los rayos del sol que se filtraban por los agujeros de la persiana, dibujando círculos de luz en el suelo de madera.
Era una habitación vacía, vacía salvo por él: un hombre con el cabello largo y rojo se encontraba sentado en una silla en medio de la sala, tenía el cuello apoyado en el respaldo de la silla con la cabeza de cara al techo, parecía una posición muy incómoda, aún así no tenía pinta dequerer moverse.
Se escuchó una sintonía y el hombre abrió los ojos, eran ámbar con un tono y brillo inhumano, se quedó mirando el techo con cara de molestia.
Sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta y lo puso delante suyo sin cambiar de posición, levantó la tapa para ver quien llamaba.
Nada más leyó el nombre se levantó de inmediato, del impulso la silla cayó al suelo.
─ ¿Si?...
─ Prepárate ─ una voz ronca sonó al otro lado de la línea, parecía pertenecer a un hombre de mediana edad ─ Encárgate de él, no me gusta que se incumplan mis órdenes.
─ Si Don.
─ No me decepciones Aidan ─ Claramente entendió que esa última frase era una amenaza.
Cerró la tapa del móvil, levantó el brazo con la firme intención de destruirlo contra el suelo pero no pudo, lo apretó en su puño junto a su boca, apretó los dientes y chasqueó los labios.
Guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta nuevamente, después se dirigió con paso firme hacia la puerta, salió pegando un portazo que la arrancó de las bisagras, la puerta cayó como un plomo mientras él continuó caminando sin inmutarse por el ruido.
Algunas personas salieron de las puertas colindantes por el estruendo pero al verlo pasar volvieron a esconderse aterrados, él les ignoró, siempre había sido así desde que el Don le encontró.
Nil Blauwel, quien controlaba los bajos fondos de la ciudad de Drantalia desde hace un siglo, década arriba década abajo, un tipo que se jactaba de la muerte.
Muchos enemigos se ganó con el paso de los años y nadie consiguió siquiera hacerle un mero rasguño, su piel era más dura que el acero. Se autoproclamaba el último dragón.
Le dijo hace tiempo que un dragón no puede morir por vulgares armas, que sólo otro dragón sería capaz de devorarlo pero no quedaba ninguno pues él se había comido a todos durante la gran guerra, mientras le decía esto siempre se reía a carcajadas dejando que su asquerosa papada bailase. Él sabía que eso eran mentiras para darse aires de grandeza y engordar su ego al nivel de su gordo culo.
Los dragones desaparecieron hace mil años y Nil nació en 1864, además de que ya no era el único dragón.
Aidan el Dragón Rojo siempre sospechó que era el hijo bastardo de Nil, eso explicaría porque se hizo cargo de él cuando vivía en la calle de pequeño, pero si de verdad era su hijo ¿por que era tratado como un perro? se preguntaba a sí mismo.
Siempre fue amenazado con ser devorado desde que tenía memoria, obligado a hacer actos atroces en nombre de Nil, los demás lo llamaban su mano derecha pero solo era su marioneta. Coaccionado y torturado para cumplir su voluntad, aunque él también era un dragón no tenía poder, no el suficiente para plantarle cara a Nil y este se lo dejo bien claro cada segundo de su vida.
Nil era un cerdo miserable que usaba todo y a todos. Intimidaba a enemigos y a aliados por igual, pero Aidan se estaba comenzando a dar cuenta que en el fondo Nil solo era un cobarde, por mucho poder que tuviera como dragón, iniciaba batallas que sabía de antemano que podía ganar o sino ponía a otros como escudo para escabullirse.
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Alma Dragon
FantasyTania Vedrac nació en un mundo que antaño fue gobernado por dragones, ahora esas criaturas se encuentran extintas, solo dejaron sus huesos y leyendas. Sin embargo, ella junto a sus amigas viajaran a la ciudad de Drantalia para descubrir que no todo...