CAPÍTULO 5

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Luego de los episodios en la biblioteca (porque se repitieron varias veces), todo volvió a la normalidad o casi todo, Manuel y yo volvimos a nuestro trato habitual con la única diferencia que ya no volví a decirle Manuela (me dejó bien claro que de chica no tiene absolutamente nada) y él no me dijo más ameba; por lo demás éramos simplemente compañeros de clase.

Después de finalizado el castigo en la hemeroteca, descubrí que dejando a un lado lo sucedido con Manuel la experiencia no fue tan mala por lo que decidí ofrecerme como voluntaria; la señora González me aceptó gustosa, así que los miércoles en la tarde y los sábados durante todo el día los pasaba en la biblioteca ayudándola en varias áreas.

Un sábado mientras acomodaba los libros devueltos de historia en su sección correspondiente recibí la inesperada visita de cierto rubio de labios dulces.

- ¡AJÁ! – un grito sonó a mi espalda

- Demonios Manuel me asustaste – dije agarrándome el pecho por encima del lugar donde mi corazón quería salir de paseo – ¿tenías que aparecer de manera tan silenciosa?

- La verdad es que no, pero me pareció entretenido observarte trabajar y luego me fue imposible evitar asustarte – contestó el muy idiota riéndose

- Dejando a un lado lo espeluznante de la parte de observarme, no me parece nada gracioso lo que hiciste y deja de reírte estúpido

- Vale está bien no seas tan amargada, pero respóndeme una pregunta ¿tan marcada te dejó nuestra experiencia que ahora no quieres dejar este lugar?

- Por supuesto que no tarado, trabajo aquí como voluntaria los miércoles y sábados

- ¿Por qué? – preguntó como si le fuese imposible conciliar el concepto de ser voluntario o de trabajar

- Porque me gusta y es una forma de retribuirle al instituto lo que han hecho por mi

- Pero que pensamiento más bonito

- No te burles además por trabajar aquí me permiten llevar todo lo que quiera leer

- Aún sigo sin entender por qué prefieres trabajar en tu tiempo libre en vez de divertirte, pero si eso es lo que te gusta no soy nadie para criticarte – se encogió de hombros y continuó observándome trabajar en silencio

- ¿Piensas quedarte ahí todo el rato solo mirándome?, me estas causando escalofríos – Manuel soltó una fuerte carcajada – ¿oye estás loco? Guarda silencio o la señora González vendrá a regañarnos

- Lo siento – se disculpó mientras continuaba riéndose – ¿quieres que te ayude?

- ¿Acaso no tienes alguna diversión extrema esperando por ti?

- Por ahora no, pero si te molesta mi presencia puedo irme no hay problema

- No me molesta, si quieres pasar tu sábado haciendo de mi asistente es tu problema – sentí una especie de alegría porque quisiera pasar tiempo conmigo cosa que no le demostraría ni muerta

Así pasamos la mañana, él ayudándome mientras conversábamos, creo que fue la primera vez que hablamos de verdad y por ende comenzamos a conocernos, no voy a mentir diciendo que todo fue color pastel con fondo musical de pajaritos y toda la cosa cursi porque no fue así, discutíamos cada dos por tres, descubrí que a él le divertía sacarme de mis casillas cada vez que podía y que a mí me encantaba pagarle con la misma moneda haciéndolo rabiar.

Al mediodía cuando nos pegó el hambre decidimos ir al comedor y almorzar juntos para sorpresa de muchos y rabia de otros por ejemplo la de Vivian que nos miraba con expresión de pocos amigos, pero decidí ignorarlos a todos y continuar, sentándonos uno frente al otro comenzamos a comer y unos segundos más tarde Gretta y Sirah se nos unieron.

El Carrusel de Mis AmoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora