Capítulo 15

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Como ninguna había recibido su paga, le pregunté a papá si podía usar su tarjeta de crédito para comprarme maquillaje y ropa nueva

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Como ninguna había recibido su paga, le pregunté a papá si podía usar su tarjeta de crédito para comprarme maquillaje y ropa nueva. En un primer momento se quedó sin palabras, y creí que iba a negarse a que gastara dinero en algo tan superficial.

—¿De verdad? —preguntó.

—Sí, una chica se ofreció para ayudarme a renovar mi closet —expliqué—. Quiero cambiar mi estilo.

Una sonrisa iluminó su rostro.

—Por supuesto, cariño, no hay problema.

Por lo tanto, ese viernes saqué mi carro del garaje y conduje hasta la casa de Betzy, que quedaba exactamente en el otro extremo de la ciudad.

Abrió la puerta lentamente y se congeló en la acera, como si hubiera visto algo realmente impresionante.

—¿Qué banco te robaste? —preguntó, señalando mi auto.

—Mi papá me lo regaló —contesté.

—¿Y qué hiciste? —inquirió—. ¿Mantuviste tu cuarto ordenado un año? ¿Lo amenazaste con contarle a tu mamá que la engañaba con su secretaria?

No me hizo gracia. Aunque en el fondo comprendía su reacción. No todos los días se ve a una chica pasar con un BMW deportivo totalmente nuevo, y registrado a su nombre.

—En teoría, estaríamos hablando de mi madrastra —expliqué, para desviar la atención—. ¿Vas a subir?

Sin decir ni una sola palabra, se deslizó en el asiento del copiloto y se quedó admirando los asientos, la carrocería, los controles y todo lo demás.

—¿Puedo tomarme una foto con el auto? —preguntó—. Para Instagram.

Conduje mientras Betzy hacía un montón de historias sobre el coche, repitiendo mis explicaciones sobre el rendimiento, la velocidad y otros detalles. Cuando le conté que podía cambiar la tracción de las ruedas, me dio la impresión que solo lo repitió para la cámara sin entender en absoluto de lo que hablaba.

—¿Puede derrapar? —inquirió.

—Pues claro, para eso sirve la tracción de las ruedas —contesté malhumorada—. ¿Estás prestando atención a lo que te digo?

—Sí, sí —dijo, sin importarle en absoluto mis explicaciones—. ¿En cuántos segundos dijiste que alcanzaba su máxima velocidad?

—En...

—No, no, espera. —Me interrumpió y acercó su celular—. Dilo mirando la cámara

En el fondo fue un alivio poder estacionar y bajarme al fin. Cualquier persona de mediana inteligencia sabe que no hay que distraer al conductor, pero a mi copiloto poco le importaban las reglas de tránsito.

El deseo de AfroditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora