Capítulo 63

6.3K 1.1K 323
                                    

Adrian fue a dejarme a casa en su moto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Adrian fue a dejarme a casa en su moto.  Había tomado la locomoción colectiva para llegar, pero después del incidente, no pude repetir la conducta para regresar.

Me dio un montón de consejos, como si me hubiera rescatado de un complicado caso de deshidratación.

—Esta bien, al menos para mañana sabemos que más de treinta minutos es demasiado —dije.

—Eres la persona que menos tiempo aguanta en mi taller.

Hice una mueca.

—¿Es un cumplido? —inquirí, sabiendo que no.

—Nunca se sabe —respondió, condescendiente.

—Ciertamente.

Nos dimos un beso de despedida y me quedé de pie en la entrada, observando cómo echaba su moto a andar y partía.

Las despedidas, por más cortas que fueran, me producían mucha ansiedad.  Apenas se había ido y ya necesitaba verlo otra vez.

Entré a casa, resignada, y encontré a Elías amarrado la correa de Wessen. Hoy le tocaba a él sacarla a pasear, era muy mimada.

—¿Me acompañas? —preguntó.

A él le habría dicho que no, por supuesto, sin embargo ella se puso tan feliz de verme que no pude negarme a sus ojitos de cachorra.

—Acompañaré a Wessen, no a ti —advertí.

Tomé un abrigo, suponiendo que la tarde iba a ponerse fría y volví a salir.

El vecindario de por sí era un sitio tranquilo, ninguna vivienda se parecía entre sí, pero todas compartían la característica de ser grandes y tener un par de autos estacionados dentro.  De vez en cuanto podías toparte con pequeñas plazas mientras caminabas, con niños que corrían de un lado a otro, los vehículos debían andar con cuidado.

—Lo recuerdo —dijo Elías, de la nada.

Lo miré perpleja.

—¿Qué?

—Lo escribí, para no olvidarlo, como una carta a mi yo del futuro.  Siempre pensé que eso eran cursilerías —explicó—.  Pero lo hice, por lo que me dijiste.  Tuve miedo de olvidar.

Estaba siendo bastante claro, pero aun así tenía que preguntar.

—¿Lo recuerdas? —Insistí.

—Sí.

—¿Todo?

—Así es.

Me detuve un momento, y fallé en asimilarlo.

—¿Estas seguro? —inquirí.

—¿No me crees?

—Podrías tener lagunas y no saberlo.

El deseo de AfroditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora