Arriesgado

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—Más de lo que querría admitir—

X. arriesgando
TinaCeballos

Edicion: Aslaug
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Loreley giró el pomo de la puerta y la abrió suavemente, encontrándose con una escena del todo surrealista. Ykhar estaba tirada en el suelo a medio vestir con prendas suyas, intentando colocarse unas botas que, por motivos más que obvios, no eran de su número.

—¡Lore! —chilló, incorporándose, horrorizada al descubrir a su amiga en el umbral de la puerta. —Lo siento tanto, ¡es que no te encontraba por ningún lado! —se excusó, cayendo al suelo de nuevo mientras se quitaba el top plateado. —¡Necesito ayuda para la cita!

—Pero, ¿esa cita no había ocurrido ya? —inquirió Loreley, sentándose en la cama, y observándola divertida.

—Sí, se suponía, pero cuando intenté concretar la hora parecía tan ocupado... —suspiró, agachando las orejas. —Y después comprobé que no tenía realmente intenciones de salir conmigo ese día. ¡Se había programado varias misiones!

—¿Y hoy ha cambiado de idea? —preguntó la humana. —¿Vais a quedar juntos?

—La verdad pensé que si él me veía arreglada, lo recordaría. —susurró, con los ojos llenos de una profunda tristeza.

Loreley suspiró. Ykhar era, sin duda alguna, la enamorada más devota que podía existir en el Cuartel General: dedicada el tiempo a revisar las misiones de Valkyon, contaba a los demás sus hazañas, se esmeraba en que tuviese todo lo que necesitase y traducía los libros que sentía que podrían serle útiles al guerrero en su rol de líder.

—¡Los hombres son unos imbéciles! —exclamó finalmente, indignada.

—¡No le llames eso!

—Ykhar, sinceramente, creo que Valkyon no es bueno para ti. —los ojos llorosos de su amiga la hicieron vacilar, pero continuó. —Sé que él te gusta, así que tienes dos opciones: ser más directa con él y exigirle una respuesta, o tomar esto como una negativa. Él no merece tanto y lo sabes.

—Lo hace. —respondió.

—Seguro que sí. —contraatacó su amiga, con ironía.

—Él estuvo siempre solo. Al principio ninguno de los dos sabía de la existencia del otro. —intentó justificarlo Ykhar. —Pero con el paso del tiempo se convirtió en alguien que yo quería mirar. —hizo una pausa. —Siempre vivía a la sombra de BigBear como su aprendiz; no tenía muchas aspiraciones, ya que mientras su hermano se llevaba toda la gloria él sólo se dedicaba a entrenarse, ajeno a todo. Cuando logré acercarme a él, me pidió que le enseñara a leer. Y no sólo eso. —continuó, con voz más calmada. —Siempre se esfuerza al máximo, pensando en la guardia antes que él. He notado que a veces se desestima a sí mismo, pero es capaz de llevar técnicas impresionantes y lograr el éxito en las misiones, sin pedir que nadie le aplauda por ello. —hizo otra pausa, sonrojándose. —Es un hombre increíble.

—Por respeto a ti y a tu amor, debes seguir uno de mis dos consejos, Ykhar. —respondió su amiga, mientras colocaba una mano en su sedoso y largo cabello con aquel gesto ya se le hacía tan familiar. —Pero, a todo esto, ¿por qué justamente hoy tomaste el valor?

—Alajéa se declaró a Nevra.

—¡Ahh! —Loreley no pudo evitar ocultar una mueca de extrañeza. —Pensaba que el vampiro era cosa del pasado para ella.
—¡Eso es lo que creíamos todas! —exclamó, saltando hasta la cama, lista para relatar el chisme completo.

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El día siguiente tenía el clima perfecto para ser un detestable lunes eldaryano, ¡oh sí! Totalmente espantoso. Había dormido con Ykhar, así que mientras su amiga descansaba a sus anchas, se vio en la incómoda misión de acomodarse como una ficha de Tetris en el espacio que quedaba en la cama, invertida alrededor de la extraña posición fetal que adoptaba la brownie. No entendía como ella podía caer como un tronco y despertar totalmente descansada, mientras que ella estaba totalmente sin fuerza, hecha una sopa de tanto sudor y con la cabeza dándole vueltas.
Al decidir incorporarse de una vez por todas, abrió su armario para encontrarse con el horrible panorama de que la mayoría de su ropa estaba sucia, lo cual era mucho decir, ya que obtenía bastantes prendas gracias a los eventos que organizaba el Cuartel General y a su familiar, que las hurtaba de quién sabe dónde. Después de desayunar, comenzó a organizar las prendas con el objetivo de llevarlas a la lavandería, separándolas por colores y colocándolas en varias bolsas. Mientras doblaba uno de sus vestidos, una pequeña libreta olvidada allí desde hace semanas cayó al suelo; revisando las hojas con detenimiento, descubrió en la última de ellas un "buen trabajo", escrito con tinta en una hermosa letra cursiva. Sonrió, arrancándola para conservarla junto a sus preciados recuerdos.

Una vez que estaba en la lavandería entregando la ropa a Minami, la chica encargada allí presente, se encontró de frente con Scarsh, que volvía de su habitación.

—Miiko me envía a buscarte.

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—M-miiko, ¿eso no te parece arriesgado? —comentó Loreley, estupefacta.

—Ya está hecho. —sentenció Ezarel, que se encontraba junto a la kitsune en la Sala de Cristal. —Me parece la opción más sensata para proceder, pero no podríamos hacerlo igual de bien sin ti.

—Keroshane e Ykhar están más que capacitados para suplirme.

—Nunca podrán ejercer su autoridad ni serán contundentes con su palabra. —respondió el elfo, mirándola con intensidad. —Sabes que te necesitamos no sólo para tareas administrativas.

—Scarsh me ha solicitado ayuda como princesa y futura soberana de Heaven. —interrumpió Miiko, provocando que rompieran el contacto visual. —Su padre no ha acudido al Consejo, no sólo para ganar tiempo sino también para intentar conseguir que su gente entre en razón. Él sabe que los Hämmerling no son de confianza, por lo que debemos actuar sin levantar ningún tipo de sospecha.

—¿Cómo exactamente vamos a proceder para conseguirlo?

—Huang Hua es parte del Consejo como representante del Fénix. —contestó la kitsune. —Puedo pedirle a ella o a otro miembro de confianza que me eche una mano, por ejemplo, diciendo que la princesa les envió una carta contando la verdad, omitiendo, claro está, nuestras sospechas sobre los Hämmerling para que no descubran que se esconde aquí. —hizo una pausa. —Así que me dirigiré al monte Lime con la excusa de pedir la aprobación de un proyecto de construcción y ampliación de la guardia.

—Pensaste en todo. —sentenció Ezarel, con una mueca retorcida en forma de sonrisa.

—Sé que te emociona saber que voy a lograr cumplir una de tus ambiciosas ideas para Absenta.

—Tengo un par más, por si te interesa.
—La pila de carpetas que has dejado en mi escritorio son más que suficientes. —le cortó ella, con autoridad.

Una vez concluida la reunión, Loreley abandonó la estancia sin decir otra palabra más. La kitsune entornó los ojos, mientras las llamas de su bastón brillaban delicadamente.

—Cuídala, Ezarel. Sabes que ella se lo merece.

—Lo he hecho desde el incidente, Miiko. —respondió él, adoptando un tono serio. —No creo ser capaz de no hacerlo de ahora en adelante.

—Eso es lo que me preocupa. —suspiró ella, mirándolo fijamente. —Tu estúpido enamoramiento comenzó después del incidente. No quiero que ella te corresponda mientras lo único que existe en tu pecho es un sentimiento de culpa y obligación.

—Sé muy bien lo que siento. —murmuró Ezarel, abandonando la habitación.

Más De Lo Que Querría Admitir (Ezarel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora