Capitulo 1

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Anatol Verón hijo del Presidente legítimo de la Nación de Novum. Esta sentado bebiendo café y pretendiendo tranquilidad en su ser. Bien vestido, un traje a su medida que a pesar de ser de la última moda es bastante conservador. Camiseta blanca, pantalón oscuro, perfumado y con anillos de plata en sus dedos. Cabello rubio peinado pulcramente hacia atrás, rostro limpio y bien afeitado. Muy cerca de él, sentada a dos espacios entre su padre y el padre de ella, una mujer de veintitrés años regordeta pero acuerpada, cabello teñido a rubio con luces castañas, extensiones, abundante maquillaje, sudorosa y con un vestido rosa eléctrico. Hilda Kittel, su prometida.

Nadie habla en esa mesa, nadie excepto Hilda con su mejor amiga, una chica menos gorda. El padre de Hilda se encuentra sirviéndose él mismo su cuarta copa de ron. Su padre, el presidente, parecía indiferente ante la escena, solo estaba observando a los invitados con una mirada calmada, asintiendo y sonriendo con su brillante dentadura a todo con el que cruzará la mirada. Pero él, él estaba harto, cansado e insultado, ¡Cuantas ganas tenía de levantarse y marcharse furioso ante tan viles modales! Escuchó y olió un par de eructos que sabía, no eran de su padre ni de su hermano. Los vio comiendo  únicamente carne de cerdo frita, observó con desagrado como a veces hablaban con la boca llena de comida o masticando ruidosamente. Los escucho reírse estruendosamente, contar chistes de pésimo gusto, e incluso los vio como golpeaban la mesa con sus puños grasientos en cada carcajada.

Cuando llegaron todos juntos a la mesa; ella se había sentado al lado de él para acariciarle la  pierna y susúrrale al oído: “He fantaseado contigo tanto tiempo, que te juro que no te dejaré descansar la primera noche” Quiso besarle la mejilla, pero él alcanzó a hacer como que no se daba cuenta para moverse a un lado y saludar a un ministro sin importancia. Su padre los había separado, se sentó entre él y puso a su lado a su hermano, pues así era más propia la acomodación por el momento. La implacable decencia de las buenas costumbres lo habían salvado, y sintió muchas ganas de agradecerle a quien había escrito esa regla en específico.

Eran grotescos, no entonaban ahí aunque fuera su fiesta de compromiso. Muchas veces un novio puede pensar que puede querer a la novia pero jamás a su vulgar y detestable familia, pero en este caso era exactamente igual a ellos. En esa mesa amplia estaban sentadas la familia de la novia y  la del novio. Mucho más pequeña la del novio, apenas su padre en el centro y su hermano menor mellizo a su lado. Ella en cambio traía a todas a sus hermanas y hermanos, padres, algunos tíos, su mejor amiga, cuatro primas y dos primos; su abuela y su madrina. “Todo un circo” pensaba continuamente Anatol con frío disgusto. Poco más de trescientos invitados hacían de la fiesta un evento relativamente exclusivo en el que la mayoría de los invitados son asociados de Zelene Pod´s, más la abundante familia y amigos de los Kittel. El resto eran ministros, militares, secretarios y altos empleados gubernamentales, los invitados del novio.

Baruch Kittel, el padre de la novia y el presidente de Zelene Pod´s, de vez en vez trataba de disimular su vulgaridad, portándose o usando palabras de cortesía, como si las acabará de leer en un manual, lo cierto es que se le olvidaban rápido. Pero todo eso parecía no importarle a Brandon, iba siempre que podía a las cenas a las que lo invitaban, que eran bastantes donde solo estaba su familia y la de él. Jugaban juntos los juegos de los caballeros, mientras lo dejaba a él con su hermano como si fueran niños a jugar con los hijos de vecino. Naturalmente  Anatol era cortante, seco y buscaba la forma de no tener que hacer contacto con ellos, Anthony su mellizo coqueteaba con la que fuera menos fea de las presentes, sin importarle si se trataba de la servidumbre.

Anatol siempre estuvo bien enterado de lo que planeaba su padre. Si Baruch era su aliado, conseguiría más aliados y evitaría cualquier traición. Solo tenía que mantenerlo contento, y creyendo que se trataba de una real amistad. Lo que nunca vio fue el matrimonio que le arregló con la hija favorita de Baruch, Hilda. Siempre supo que tendría que casarse por interés, pero nunca creyó verse obligado de esa forma.

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