Era sábado, estuve todo el día limpiando para cuando los asistentes sociales viniesen, ya habían venido un par de veces más, pero creo que soy tan buena actriz que nunca han descubierto mi vida de mierda. Pensaréis:
« Eres idiota. Si te separan de tu padre por fin podrás vivir en condiciones... » Y blah blah, ¿cierto? Pues aun que mi vida se así, no quiero cambiarla, los cambio siempre son buenos, o eso dicen, pues no. El cambio de mi madre no fue bueno, así que eso es una gran mentira. Bueno, eso, que no voy a cambiar de vida y ya está.
Eran las siete. A las ocho estarían aquí esa gente.
Amy...
¿Ash?
Claro.
¿Qué quieres?
Tienes que venir.
¿A dónde? No me gustan vuestras movidas... No quiero saber nada sobre ese tema, ni lo que paso a noche, ni nada.
Amy, debes confiar en mí. Soy tu guardián. Debo protegerte.
En este tiempo atrás he vivido sin nadie que me proteja y me ha ido bien, bueno, bien...
Amy, necesito verte.
De repente, un ruido en el balcón.
- Ash, se que eres tú. - dije sin miedo.
¿Cómo sabes que soy yo?
- Simplemente lo sé. - sonreí maliciosa.
Un suspiro detrás de mí.
-No te tengo miedo. - dije.
Me di la vuelta y ahí estaba sonriendome, una sonrisa tan natural tanto como atractiva. Cualquiera chica se fijaría en él.
- Deberías tenerlo, no sabes la de gente loca que hay por ahí, contandome a mí, claramente. - dijo sonriendo y riendo.
- Verdad. - reí.
Una de las risas mas verdaderas que había dejado mostrar en mi rostro tras varios y largos años.