Capítulo 25

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Después de hablar le dije que cogiera su vestimenta para ir al río para que tomara un delicioso baño helado. Quizá se enfermería por bañarse después de despertar, pero ella me aseguró que no le ocurriría algo así, confíe en ella. Y sin querer, ella también cogió una vestimenta para mí para que me tomara un baño con ella, junto a ella.

Para ser un caballero —con anterioridad me habló sobre esa palabra y sí que me llamó la atención—, le quité toda la vestimenta para que no se cansara de sujetarla, así yo me encargué de llevarlo en brazos hasta llegar al río. Y es que la vestimenta no pesaba nada, según ella sí pesaba mucho, quizá porque es humana y yo un sobrenatural con la capacidad de tener fuerza extra.

—¿Está muy lejos? ¡Ya me cansé! —chilla. Y si no fuese la mujer que amaba la callaría, pero es ella, así que puedo aguantar sus chillidos irritantes todo el día.

Me rio.

—Quizá.

—¿Cómo? —pregunta, deteniendo la caminata, tengo que suspirar para que la retomara, pero ésta vez está frente mío—. Explícame, señor lobo —más bien, ordenó; su entrecejo está levemente fruncido y sus brazos están tambaleándose a sus costados.

Asentí con una risa.

Desde que llegó a mi vida lo único que he sentido es la felicidad y el placer de poder despertar y ver nuevamente esos ojos tan bellos y que estén dirigido a mí.

Su mirada es una daga de la misma flor llamada rosa, por lo hermosa, blanda y frágil que puede ser, pero también la misma que tiene espinas que son capaces de lastimarme hasta un grado de hacerte derramar sangre y lágrimas... Sasha podría ser mi perdición y mi completa descendencia a mí mismo, sin embargo estaré feliz y orgulloso de serlo, quizá suene de una forma espantosa, pero para mí es guardarle siempre honor a su amor porque sería a la única que amaría siempre y de por vida.

—Estamos cerca, tal vez solamente caminemos unos minutos más y llegáremos  al río que seguramente estarás encantada de estar.

—¿Tan así? —alza su ceja a la vez que sus labios se aprietan y cruza sus brazos, sin dejar de fruncir aquel entrecejo.

—Te lo aseguro —digo decidido—. Hasta me dirás que volvamos mañana o más tarde.

No quitó su mirada de mí, sino que, permaneció por más tiempos de lo indebido mientras caminábamos.

Finge suspirar.

—Soy una mujer difícil respecto a sorpresas y ese tipos de cosas —argumentó con orgullo.

—No lo creo —me reí fuerte porque realmente sí me causó risa.

—¡Oye! —gritó fingiendo enojo—. ¡Deja de reírte! Cuando compruebes que no soy fácil en ese detalle te sorprenderás, estoy segura.

Negué riéndome, cerré los ojos sin dejar de emitir el sonido de mi boca.

Nunca antes me reí tanto en unos segundos, pero su comentario me fue muy cómico porque segundo sé con certeza que las humanas se emocionan mucho cuando un humano le regala algo. Lo sé porque hace tiempo observé a una pareja emocionándose por unos regalos pequeños. Y el que ella no se emocione por algo así sería extraño.

—Como tú digas —inevitablemente sonreí, moví de un lado a otro mis ojos pero enseguida me alerté cuando Sasha se fue para atrás, concretamente, se tropezó.

—¡Carajo! —grita en el suelo.

Tiro las vestimentas y corro para auxiliarle rápido. Me preocupa mucho el que se haya roto algún hueso o peor ¡la cadera! Me odio, no debí de permitirle que caminara de espaldas, ahora se fracturó un hueso.

Culposa Decadencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora