Capítulo 26

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Sasha estaba arriba de la cascada, lista para tirarse desde una altura preocupante.
Antes de que tomara la decisión de hacer tal atrocidad hablé con ella sobre tirarse y los riesgos que podrían traer, no obstante, terminó por ignorarme por completo, me rendí y dejé que ella haga lo que quiera.

—¿Estás segura? —pregunto de nueva cuenta, preocupado.

Desde la gran distancia puedo ver como levanta su pierna y la azota en el suelo, seña de molestia en ella.

Empecé a descifrar sus gestos.

—¡Que sí!

—¡Con cuidado! —elevo los brazos y los sacudo despacio.

Sasha levanta sus manos y levanta sus pulgares con una sonrisa alegre y emocionada en sus labios, suspiro.

No puedo calmar los nervios que me están comiendo vivo. Temo que cuando salte no caiga bien en el agua y que ésta vez sí se lastime. Dios, en qué estuve pensando en sugerirle la cascada.

Retrocedió mucho e inevitable apreté las manos hechas puños, mis uñas crecieron un poco que, cuando apreté mis manos las uñas se incrustaron con fuerza y el dolor está presente cada vez cuando Sasha se acerca corriendo a la punta hasta tirarse y gritar en el aire.

Puedo jurar que el alma se me había salido del cuerpo cuando el de ella impactó contra el agua de forma violenta y brusca. Debió de dolerle, sí.

Importándome poco los pantalones cortos que llevo puesto corro y me tiro al agua cuando Sasha no salió en un buen tiempo, preocupándome bastante.

Me sumergí y no vi su cuerpo por ningún lado, temí lo peor.

Humana irresponsable y terca.

Mediante los segundos pasaban el oxígeno se agotaba rápido, y en eso me vuelvo a la superficie para poder respirar.
El aire entra a mis pulmones enseguida y el cuerpo de Sasha entra en mi visión; ella está de espaldas y algo lejos de mí, gritando mi nombre.

Cauteloso nado hacia ella, me sumerjo y atrapo su cintura con mis manos, pego su cuerpo al mío, sintiéndola.

—¡Ah! ¡Me diste un susto de muerte!

—Lamento eso —susurro contra su boca caliente.

Sus manos se posan en mis hombros y acaricia los mismos despacio y suave.

Sus dedos suben y se detienen en mi mandíbula para delinear la misma con aquellos delgados dedos, y después sube hasta mis mejillas donde repite el mismo proceso, de igual manera sucede con mis labios, nariz y cejas.

—¿Qué haces? —inquiero bajo, apretando su cuerpo aún más al mío.

—Estoy tocándote —es lo único que dice.

—Lo sé —concuerdo; tomo su barbilla entre mis dedos y la obligo a mirarme—. Pero te pregunté, ¿por qué lo haces?

Sus ojos me observan y a su vez van de un lado a otro, queriendo no verme pero siempre termina haciendo lo contrario.

Quizá le avergüenza y sinceramente quiero saber ¿qué es lo que le avergüenza? Ella puede contarme todo lo que quisiese y siempre la escucharía.

Podía percibir un deje de tristeza en ella.

—No quiero que me dejes —simplificó.

—¿Qué dices? Nunca haría tal cosa —musito incrédulo—, puede que nos estén cazando, pero jamás me iré, no sin ti.

Sasha no respondió, sólo se dedicó a mirarme.

—Huyamos, juntos.

Me sorprendió su pedido.

Culposa Decadencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora