Capítulo 23

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Le fui sincero. Sé que le lastimó y se puso muy triste, pero era la verdad.

Rompí una regla que teníamos establecida en nuestro clan; prohibido tener contacto con humanos. Sin embargo, no me arrepiento absolutamente de nada porque gracias a eso tengo a una mujer que me ama y los días con ella son perfectos y divertidos, he aprendido junto a ella.

Si nos llegasen a capturar —porque lo harán— pondré mi vida encima de la suya.
Yo estuve siempre al tanto de ella y el que tiene que pagar soy yo.

Su pequeño cuerpo se sacude contra el mío, de su boca salen sollozos y de sus ojos bellos agua salada.

Admito que no se ve hermosa en ese estado pero le diría lo contrario para dejar de ver aquella agua que sale de sus ojos bellos. Lo importante es verla sonreír y no llorar.

—¡Perdóname! —se disculpó entre balbuceos—, perdóname por hacer que los de tu especie estén detrás de ti por mí, haría cualquier cosa para...

La interrumpí. Sus palabras amargas me dolían.

—Calla, Sasha.

—Pero tú...

Negué, poniéndole un dedo mío en sus labios. Su mirada llena de angustia y culpabilidad me mata lentamente.

Es hora de contarle la verdad.

—Te contaré la verdad —dije, suspiro y empiezo a redactar, sin siquiera darle tiempo de hablar—. Somos sobrenaturales, Sasha, monstruos exóticos para los humanos... Siempre nos han cazado con la plata ya que éste nos debilita al grado de no podernos defender del enemigo —sacudo mi cabeza al darme cuenta que me desvíe del tema—. En fin, en mi clan hay seres igual que yo o quizá peor...

—¿¡Peores!? —me interrumpe exaltada, olvidando por completo su tristeza y eso me alivió. Levanto una ceja por su inoportunidad—. Lo siento.

Simplemente prosigo:

—Como decía, nosotros no podemos hablar o siquiera ver a un humano por lo mismo, son cazadores, tampoco podemos traspasar el límite del bosque. Todas esas reglas fueron planteadas por temor a que los humanos supieran que hay licántropos en el mundo, todavía. Vivimos en el profundo y oscuro bosque, donde hay lagos, cuevas donde siempre dormimos, comemos a los ciervos o venados. Nadie traspasó los límites hasta que Stefan lo hizo, rompiendo cada regla del clan —finalicé porque ella sabría lo demás.

Suspira, bajando su rostro al suelo pero en segundos lo eleva.

—Sí fue mi culpa.

—Una parte sí —confirmo—. Me causaste curiosidad que empecé a vigilarte siempre, cada día de los meses. Eres y serás llamativa para mí, siempre. Tu sentido del humor me cautivó que las reglas habían desaparecido de mi cabeza —confesé seriamente—. Arriesgué todo sin saber que el resultado sería que terminaríamos como una pareja feliz.

—Perseguidos —replicó burlesca.

—Pero felices.

🌙🌙🌙

Llevábamos caminado horas, quizá, la verdad que el tiempo ha transcurrido rápido.

Cuando hubimos terminado el pescado empezamos a recoger todo y ponerlo en la canasta para emprender camino hacia rumbo desconocido, todo para no dar con mi clan.

Si por mí fuera me hubiera quedado en ese lugar verdoso y lleno de paz, pero pueden dar con nosotros cuando menos lo esperemos y eso todavía no quiero. Quiero vivir junto a ella y si eso es huir siempre, lo haré con gusto.

Culposa Decadencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora